Diario de León

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SANGRANTE y creciente, una hilera de sesenta y ocho mujeres muertas en un solo año nos mira, nos pregunta y nos acusa. Son la añada de un crimen cada vez más popular, más exhibido y conjugado, reiterado y espectacular (la información es espectáculo y los telediarios propenden a ser botillos retacados de sucesos truculentos). Se popularizan los crímenes de género y acaban en el escaparate altavoceado del detallismo morboso. Por eso crece y crece. El próximo año serán más. Sin duda alguna. Lo dicen los precedentes, la velocidad de estos tiempos y los países que nos aventajan en leyes, igualdades, rentas y en cultura democrática, las suecias, alemanias, noruegas o dinamarcas donde escala rankings el «la maté porque era mía» a más velocidad que en estos otros países donde la sangre varona y machista es meridional y ardiente (en lugares del islam no hay tanto bulto de crimen, ni se ultima con tanta sangre la pasión; la inspiración coránica del mulá abencerraje o del imán cavernario les enseña a pegar sin dejar marcas y sin matar la mula que a los acarreos se destina). Es extraño que donde más se protege a la mujer con leyes, cultura o medios es donde los relojes dan las horas con manillas que son cuchillos. Qué puede hacerse, se preguntan todos. ¿Nadie quiere o puede explicar este tren sin frenos con vagones y vagones llenos de degolladas, reventadas, asfixiadas, atropelladas, quemadas, tiroteadas, apaleadas, torturadas, estranguladas?... No se explica, no. O sí. O según. Porque necesariamente ha de haber alguna explicación. Algo y alguien tienen que estar detrás del origen de la epidemia o delante de la culpa. Búsquense en apremio, son la raíz del mal, no están lejos, mira a tu lado... o dentro de tí también, por si las moscas... Aumenta el fenómeno en cifras y estrago social. Se exige modificar leyes, enducerecer penas, crear instituciones, habilitar presupuestos, inventar barricadas para intentar parar esta avalancha con más policía, controles, centros, psicólogos, jueces, refugios, pensiones, ayudas... Las leyes pueden cambiar de hoy para mañana y pasar el papel de la noche al día, pero el cerebro varón, encefalograma masculino, amanece a la razón y a la bondad con una lentitud exasperante, de siglos... no es fácil que abandonen gentilmente la trinchera del privilegio.

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