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NO ABDICARÁN estos Reyes por más colonización navideña que dicte la metrópoli norteamericana, esa papagaya república del consumismo corrupio y aloriado, la industria del cine membrillón con jingle bells colgadas de la oreja... o esta nuestra delictiva falta de vergüenza y amor propio. Aquí están hoy sus majestades materializando el divorcio navideño entre papasnoeles y reyesmagos, fractura en la paquetería. Y, como en todo divorcio, gana el guaje pispo que ve multiplicado por dos el agasajo, la gaita y el regalito. Pero ni tú ni yo somos ya guajes y andamos algo abollados de fe. De sobra saben todos que los Reyes son los padres (menos Urdangarín, que tiene la certeza de que son los suegros). Así que no escribiré carta alguna a estas majestades que estafan y estazan tantas ilusiones infantiles. Nunca traen lo que se pide y, menos aún, lo que es necesario y uno no se atreve ni a expresar. Pese a ello, ahí les fue mi cuartilla: «Queridos Reyes: Que me traigáis no quiero nada, pero que os llevéis, mucho. Os sorpenderá que no pida, pero cuento yo con que vais de vacío a la vuelta, así que no podréis desdeñar el cargar con este porte de retorno que paso a relataros... y lo vais dejando en algún vertedero oriental o de camino o lo arrojáis a la almoneda del tiempo. Mejor, a una hoguera. Hay cosas que si no se destruyen, alguien acaba recomprándolas o desenterrando su mal. Llevaros la tocinería andante y pringante municipal que se baña y flota en estos contubernios urbanísticos que nos clavan una hipoteca ladrona en el corazón y nos desuellan la fe en la política. Llevaros la recalentada sopa cerebral del etarra cuya única neurona tiene espoleta retardada; y su máquina de escribir consignas o chantajes, las pistolitas que no eran de juguete (cambiádselas por un ajedrez), los discursos con detonador y sus órdagos con amonal. Llevaros las guerras de Caín en Interior entre trincheras policiales, sus silencios al ministro y sus polvos bóricos. Llevaros la telemierda, la telefacción, la telebobadina, la teledoctrina y el telele mental en el que naufragamos. Llevaros el mal gusto, las colonias caras, las tetas de mentira, los trapos horteras, la comida que tiramos, la velocidad del pijo, las pijadas del listo, los privilegios, la pobreza de los mismos de siempre, la voracidad del nuevo rico... Llevaros todo, porfa».