Diario de León

EL AULLIDO

Un rey mago llamado Cernuda

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LUIS ARTIGUE
León

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LEER UN LIBRO como quien vuelve al cuarto de juguetes que habitó de niño, un texto o un pretexto para regresar a donde todo empieza, un elixir de la eterna infancia con el que emborracharnos no para olvidar sino para recordar... Este año en el que se conmemora el ochenta aniversario de la Generación del 27 acabo de empezarlo regalándome por Reyes los poemas en prosa de Ocnos; en concreto según la edición preparada y prologada por Francisco Brines (Colección Signos. Ed. Huerga&Fierro). Según aclara la cita inicial fue en la obra de Goethe donde encuentra nuestro autor la mención de Ocnos, personaje mítico que trenza los juncos que han de servir de alimento a su asno. Escribe Francisco Brines que Cernuda: «Halló en ello cierta ironía sarcástica agradable, se tome el asno como símbolo del tiempo que todo lo consume, o del público, igualmente inconsciente y destructor». Luego el prologuista nos hace un repaso de los antecedentes formales de poesía en prosa a los que debió tener acceso el poeta sevillano, tanto en los que se insertan en la tradición hispánica (Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, etc), como en los del canon francés (Baudelaire. Rimbaud, etc). Efectivamente Francisco Brines con su documentado prólogo nos ilumina y sitúa. Y luego viene Ocnos. Hay libros que se leen despacio, rozando con los ojos cada palabra impresa: se leen ausentándose uno mientras tanto de este mundo nuestro lleno de ruido contagioso, y parece que nos limpiáramos así con las páginas el ánimo y el alma. Sí, hay libros que nos devuelven nuestro ritmo natural. Así estos pequeños pasajes cristalinos que convierten la memoria en cadencia, casi anécdotas emocionales con un diluido fondo de piano, Sevilla fotografiada con palabras desde Escocia. Y es que Ocnos es el libro de un poeta desterrado que mira hacia atrás con universal clarividencia acaso para ponerse a bien con todo el universo. Y para ponernos a bien. El autor comienza a escribirlo en Glasgow en 1940, y es en la distancia espacial y temporal donde consigue la serenidad armónica que impregna cada página. Utilizando una segunda persona referencial en muchos de los textos, nuestro autor va como recogiendo del suelo sus propias huellas y así llega hasta una Sevilla mítica con bazares y huertos, con magnolios y placeres prohibidos mientras las estaciones gradúan la luz a la orilla del río¿ «Y te adentraste en la ciudad abrupta, maravillosa, como si tendiera hacia ti la mano llena de promesas». Ocnos, escrito en tiempos de exilio y casi de rabia, nos enseña entre otras cosas mucho indirectamente sobre la adversidad y sobre todo lo que no nos pueden quitar nunca. Y lo hace recordándonos hermosamente que la memoria está llena de sonidos, palabras, disonancias, mensajes, aromas añorables, texturas, sabores reconocibles que también son el futuro. «Bello cinematógrafo de la vida». A través de este libro repleto de piedad laica y construido no según el orden en que surgió cada poema, sino según tuvieron cronológicamente lugar las secuencias que en él se muestran, el lector puede atisbar de forma global el universo del autor: su talante cosmopolita y nostálgico que mitifica con frecuencia el punto de partida, su espíritu delicado, contemplativo y sensible, el lenguaje medido, la precisión emocional rica en matices, su música, esa personalidad ensimismada y a la vez expectante en perpetuo estado de perplejidad ante el mundo, las fascinaciones eróticas, la realidad, su proximidad íntima con el dolor acompañada de cierta fuerza natural que le dobla pero no rompe¿ Todo ello expresado con un elevado sentido de la tensión y de la pasión. Sí, como volver al cuarto de juguetes de la infancia es leer cada poema en prosa inacabable de este libro-regalo. Entre un caballo de cartón y una muñeca de trapo yo he podido vislumbrar también en estas páginas, hecho con papiroflexia, tu corazón.

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