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CRÉMER CONTRA CRÉMER

León democrático y neutral

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ESTÁ PERFECTAMENTE CLARO: España y León son dos entidades democráticas, pacíficas y neutrales. El hecho de que de vez en cuando se vean involucradas en alguno de los jaleos que entre infieles se producen, no quiere decir nada. De vez en cuando, un gobernante, un político con visión euroasiática, le da por uncirse al carro del estado más bélico de la ocasión, y se producen en el país unos extraños fenómenos: La gente, la espléndida y áspera gente de España, va a la guerra, como Mambrú, que también se fue a la guerra, «mire usté, mire usté, qué perra» y entonces todos los principio se tambalean y todos los juramentos ante el Libro de los poderes se vulneran. En España -y se sospecha que otro tanto sucederá en países tenidos por mucho más cultos que Zambia- se cambia de chaquetón político, así que los vientos favorables cambian también de destino, y no por eso el tránsfuga, el buitre insaciable, se arrepiente de sus tropelías y traiciones: Un diputado, por ejemplo, y una diputada también por ejemplo, puede cambiar de aires, volver la espalda a quien le ayudó a encontrar marido en un maridaje de corsarios, y abandonar al partido al cual debe cuanto ha llegado a ser, como el caracol, a fuerza de arrastrase, sin que la ley el orden sufran ante tamaña fechoría. De modo que no causa ya demasiada extrañeza, asistir a la carrera de una vocacionada por la «pela» que así que ésta no se ajusta a sus deseos de aumento, de vitalidad y de encumbramiento, impone a su vida pública un viraje como para marear a un gorila borracho. Y eso es precisamente lo que ha hecho que el electorado, el vecino, no se fíe de los políticos, aunque le juren los afectados de filibusterismo de rodillas. Raro es el lugar de la geografía política hispana en donde no se haya producido un acto sonado de transfuguismo. En León, concretamente, todavía se cuenta y no se para aquel famoso trasiego de concejala de un partido de semi-izquierda a otro de semi-derecha, total por la cifra tentadora, pero no suficiente, de cuarenta millones de las antiguas pero bellísimas pesetas. Y este ejemplo que figura ya en los libros, se sucede en otros no menos sonados aunque más baratos. Por ejemplo, el caso estrepitoso de doña Fátima López Placer, a la cual se dispone su partido de origen a echarla a la cuenta de los ociosos por la fuerza de las votaciones cuando se comprueban datos fehacientes de traición surrealista, pues deja, de los tres o cuatro cargos de los que cobra, solamente uno, el de vicepresidente de la Excelentísima Diputación de Don Javier, lo que ha producido el consiguiente descalabro a los efectos electorales. Bien sabemos que doña Fátima tiene todo el derecho que otorgan las democracias para saltar de un partido a otro partido, pero al menos cabe exigir, como detalle ético, de obligado cumplimiento, que al cambiar devuelva los cargos, los poderes y hasta el rosario de la abuela. Y no como esta doña Fátima, berciana de alto copete, que deja lo que le sobra para quedarse con lo que le favorece. La maniobra de Doña Fátima ha causado verdadera sensación. ¡Lógico!