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El testador, un hombre excéntrico y solitario, murió de forma misteriosa de un golpe en la cabeza

Un aristócrata portugués elige a sus herederos al azar en el listín telefónico

Setenta vecinos de Lisboa se repartirán dos casas, un coche, una moto y 25.000 euros

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efe | lisboa

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Setenta personas aguardan recibir la herencia del último miembro de una aristocrática familia portuguesa al que nunca conocieron y que les escogió como beneficiarios de su testamento a través de la guía telefónica de Lisboa. Según revela el semanario portugués Sol , Luis Carlos de Noronha Cabral da Cámara redactó su testamento cuando contaba 29 años y lo entregó a las autoridades junto con dos amigos, que quedaron atónitos cuando le escucharon leer que el nombre y dirección de las personas que heredarían lo que restaba del patrimonio familiar lo sacaría de la guía telefónica. El joven, solitario y excéntrico, cumplió así la promesa de entregar sus bienes a desconocidos, que se hizo realidad en septiembre del 2001, cuando falleció a los 42 años de forma misteriosa en su casa de la localidad de Calvos (norte), donde apareció muerto en un charco de sangre con una profunda herida en la cabeza. Sus conocidos hablan de suicidio, pero la autopsia señaló que la muerte fue por causas naturales, probablemente fruto de una caída, aunque nadie encuentra explicación a una nota que el fallecido dejó pegada a la puerta de la casa y que sólo decía: «Socorro». La reacción de los 70 beneficiarios de la excentricidad fue unánime, y tras comprobar que no se trataba de una broma y que el difunto no tenía deudas, contactaron con un abogado para recibir la herencia, que todavía desconocen a cuánto puede ascender. Muchos consideran que no será mucho, dado el número de herederos, pero el legado está compuesto por un piso en Lisboa con 12 habitaciones, la casa donde falleció, un coche, una moto, dos escopetas de caza, una carabina de recreo y 25.000 euros. Excéntrico y solitario Noronha Cabral da Cámara, que llevaba una vida solitaria, nació fruto de la relación entre María Isabel y un dependiente de una tienda de ultramarinos situada al pie de la casa familiar en la capital portuguesa. Los abuelos no aceptaron esta relación y decidieron resolver la situación siguiendo la costumbre de las familias nobles de la época: el niño recibió los apellidos de un tío materno y durante su infancia vivió con los abuelos y la madre, aunque al parecer sin cariño familiar y criado por una asistenta. A la muerte de su abuelo y la criada, su abuela y su enloquecida madre fueron internadas y el joven se quedó solo y ocupó el tiempo en la caza, en escuchar música y beber, pero en tanta soledad que algunos conocidos, según el semanario portugués, consideraban que tenía trastornos mentales. Luis Carlos no estudió, nunca trabajó, ni se le conocieron novias o viejas amistades y se mantenía gracias a las propiedades de la familia, que iba vendiendo según necesitaba dinero. Con el paso de los años el aislamiento de Luis Carlos de Noronha Cabral da Cámara aumentó y se mudó a la casa de Calvos, de la que sólo salía para beber en el bar del pequeño pueblo norteño hasta que murió solo, pero dejando a 70 personas la esperanza del inesperado regalo de los restos del patrimonio familiar de los Cabral da Cámara.

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