Diario de León

Desafío extremo Aconcagua

Base en pleno cambio climático

El montañero leonés está a los pies mismos del «Centinela de Piedra», que eso significa Aconcagua en la lengua indiana, en una zona donde ha desaparecido toda la nieve

Publicado por
Jesús Calleja
León

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De nuevo en el campo base, pero esta vez con los deberes muy bien hechos. Ya hemos instalado los campamentos I a 5.500 metros y II, a casi 6.000 metros. Están completamente abastecidos de gas y comida para el ataque final a cima. Nos sorprende a mi hermano Kike y a mí la facilidad con la que se progresa en esta montaña. Ya me lo habían dicho, pero no me esperaba encontrarme prácticamente con una senda que lleve a los campamentos de altura. Además, este brutal cambio climático que estamos sufriendo a escala global es aquí quizá más llamativo, pues hay una ausencia total de nieve y están prácticamente agotados los neveros de donde nos proveemos para obtener el agua. En estos momentos estoy en el campo base escribiendo la crónica dentro de mi tienda de campaña y es tal el calor que estoy en calzoncillos. Bien es cierto que en los campamentos de altura la temperatura cae hasta los 20 grados bajo cero, pero sólo por la noche, pues por el día la temperatura se recupera muy rápidamente. Hay emanaciones de azufre por todas partes, pues en épocas lejanas fue volcánico. El aire está tan enrarecido que se hace más dificultosa la ascensión. Queda bien claro que aquí la altura pega más fuerte que en otras montañas del Planeta. Cuando nos aproximamos a donde hemos instalado el campo II, da la sensación de llegar a las puertas del infierno. El paisaje amarillento del azufre, las rocas retorcidas, el viento constante y la falta de aire te dan la sensación de estar a punto de entrar en los dominios de Belcebú. Por suerte, nuestro campo II, llamado Cólera , es un lugar agradable y, entre comillas, protegido de la furia del viento. Además, motiva estar viendo la cima en todo momento, pero claro a mil metros de desnivel. También se nos hace muy agradable a Kike y a mí estar haciendo la misma aclimatación y ruta que el resto de los españoles, de diversos lugares como Bilbao, Granada, Madrid, Valencia, Puertollano, Asturias. Somos un grupo muy compacto que nos llevamos de cine y, entre bromas y risas, estamos progresando a gran velocidad. Fuera de España hay que decir que los españoles somos únicos a la hora de alegrar las expediciones y sobre todo, ayudarnos los unos a los otros. A mal tiempo ponemos siempre buena cara. Y no me refiero al tiempo climatológico, sino a la ayuda mutua, pues el mal de altura es el gran problema a batir. Le hemos llamado el señor del mazo , pues golpea nuestras cabezas sin cesar, provocándonos frecuentes y pertinaces dolores de cabeza. Observamos cómo otras personas que vienen solas o en pareja tienen más probabilidades de fracaso que los que hemos decidido unirnos en un sólido grupo, pues entre nosotros combatimos el mal de altura a base de ánimos y compartiendo los conocimientos que algunos hemos aprendido en anteriores expediciones en altitud. Está siendo una muy enriquecedora experiencia compartir esta expedición con otros compatriotas. Hemos conocido a un personaje increíble. Se llama Miguel, es argentino y lo abandonó todo para pintar cuadros. Ha instalado, en una gran tienda de lona, una especie de galería de arte que es, sin duda, la más alta del mundo. Ha pintado un cuadro en la cima del Aconcagua, a casi 7.000 metros de altura. Vive de ofrecer servicios de telefonía e Internet a los expedicionarios y de paso hace investigaciones arqueológicas. Es un tipo genial. La verdad que los argentinos que aquí trabajan son gente encantadora, dulce, trabajadora y muy buenas personas. Te hacen muy fácil la vida. Mi próxima entrega, si Dios quiere, después de hacer cima en el Centinela de Piedra , que es lo que significa Aconcagua en la lengua indiana. Desde el otro lado del charco, Jesús Calleja ESCRIBE: Siga la aventura en: www.jesuscalleja.es

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