Mole voraz
ENGULLE al día hasta cuatro mil kilos de criaturas chiquinajas, gambas canijas, alevines, plancton, millones de vidas que mueren en cada bocado concluyendo así su navegación al pairo por las corrientes fecundas de los océanos. Cómo jala la tía. Por algo es la catedral de todos los seres vivos del planeta, la mole mamífera más gigantesca, la ballena, la majestuosa belleza de la diosa tranquila de los mares, aunque para sostener esa belleza y a esa diosa hayan de sacrificarse cada día en su altar millones de vidas infantiles, crías que ni siquiera alcanzan la consideración de pezqueñines . Gran tributo, gran gasto. Así fue siempre. Pero un día apareció un mono sabio en la orilla, el hombre, acompañado sin duda de una mona sabia, y acabó ingeniándoselas para capturar alguna de aquellas moles que se acercaban a la orilla de bahías y poblados pescadores, porque ya sus antepasados conocían la enorme riqueza y despensa que les proporcionaban las ballenas varadas o tarumbas que se les colaban en la playa, en la plaza o en la cocina. Hace mucho que el hombre aprendió a cazar ballenas. Tres mil años atrás, que se sepa con certeza, ya lo hacían en las vecinas costas asturianas. En el año 1000, dicen las crónicas que eran muy populares tres pescados: el arenque, el congrio y la ballena, cuya carne no quebrantaba el riguroso precepto cuaresmal de la abstinencia (comí la mía y empanada). Durante muchos siglos se cazaron ballenas y siguió haciéndose hasta anteayer, cuando el desmán y la voracidad industrial ilimitada pusieron en serio peligro de extinción algunas especies de cetáceos. Pero cuando el hombre cazó la primera ballena indultó de su destinio mortal a millones y millones de vidas que pudieron crecer y enriquecer el ecosistema marino; luego ¿a menos ballenas, más peces?... Los pescadores de todo el mundo, desde el de chalupa al de buque-factoría, se quejan amargamente de la desaparición de caladeros, escasea la captura, sansejodió aquella mítica e inagotable riqueza del mar, el último gran granero de la humanidad, el sueño cultivable del capitán Nemo. Hay árticos y archipiélagos donde están seguros: la protección absoluta de las ballenas está descompensando el equilibrio y la riqueza de especies lograda tras la caza artesanal y controlada de? ballenas. ¿Lo pensamos?...