Un bañezano singular

Vendimiario es sin duda una de las obras más curiosas, interesantes y sorprendentes de cuantas produjera la literatura leonesa de la década de los veinte del pasado siglo. Y lo es ante todo por su insólita modernidad: cualquier lector de hoy en día lee este libro de un tirón sin ningún tipo de tropiezo, ni léxico ni, digamos, sociocultural, pues todo cuanto se nos cuenta tiene un indudable aire de familiaridad y cercanía. La historia de Luis Franco, joven bien situado que regresa de Madrid a su patria chica, La Bañeza, para hacerse cargo de la herencia familiar (diversos terrenos y una casa que no es otra que la actual «Villa Loreto») no nos es extraña porque en todo momento el muchacho muestra unas formas de pensar, unas curiosidades, unos anhelos, unas actitudes, unas maneras tan liberales y desprejuiciadas que no podemos por menos que reconocerlo como un ciudadano de nuestro tiempo. Su relación -de lo más abierta y heterodoxa- con una joven criada de la comarca añade puntos de vista inusitados a un relato en el que el lector asiste de continuo y en primera fila a todos los procesos mentales del joven bañezano. Un hombre reformista y lleno de inquietudes, de deseos de mejorar las condiciones de vida de sus paisanos, en cuyos planes brillaba con un ardor especial el mundo del vino, que él veía como una manera de sacar a la zona de La Bañeza de la postración en la que creía que se encontraba esta población tras los años dorados de los mercadeos, la arriería y el comercio. Erudición enológica, inestimables aportaciones a la psicología de toda una época, excepcional cuadro humano en el que destacan las actitudes de una clase media que se nos antoja casi universal en todo tiempo y lugar (siempre el afán por viajar, por descubrir tanto el mundo como el terruño, por charlar, discutir y debatir hasta la demagogia), todo ello está en esta obra que Diario de León entrega mañana, al precio de un euro y medio, dentro de su Biblioteca Leonesa de Escritores. El libro despliega ante el lector -hasta el detalle más nimio, o más revelador- cómo era el León de principios de siglo. Llevado por su afán reformista y curioso, o quizás también por otra formidable tendencia de la clase media, el ocio, Menas viaja por la provincia, con su pareja y otros amigos jóvenes, en uno de los primeros automóviles del viejo reino. Visita Astorga, baja al Bierzo, sube a la Montaña, anda por la capital, y en todo momento emite opiniones y proyectos (¡no anda muy desencaminado en sus visiones del futuro!). Incluso hay otros detalles sociológicos, igualmente impagables, como el estado de conservación de la lengua leonesa en las clases populares de las vegas de La Bañeza en ese tiempo y hasta las opiniones de aquella clase media sobre lo conveniente o no su protección y enseñanza. Alfonso García, coordinador de Filandón y de esta colección literaria, fue el verdadero popularizador de la obra al reeditarla durante su etapa como director del Instituto Leonés de Cultura.