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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NO ES QUE ESTÉ CLARO el asunto, pero lo que sí resulta inevitable es la característica del año 2007, al cual entramos con pavor, aunque con esperanza. Porque no hay año idéntico a su anterior, ni día del mismo color, ni noche con la misma pesadilla. Acabamos de enterrar en tierra santa, el viejo año de 2006, en el que tanto esperábamos. ¿Y qué es lo que hemos conseguido al cabo de su ejercicio? Salvo algún que otro fenómeno imprevisto, todo fue igual al plazo transcurrido anteriormente y ante el cual hicimos ejercicios de nigromancia para ver si de mucho prevenir conseguíamos algún suceso extraordinariamente venturoso. Y no. Todo transcurrió de acuerdo con los horarios previstos y con las normas consabidas y dictadas por el mando. Fuimos cada vez más ricos o más pobres, según nos fuera en la feria, y los asuntos de la patria pequeña, como los de la gran patria nacional se desarrollaron sin diferencia sensible a como se han venido produciendo desde hace muchos años. Y es que en realidad el que no cambia es el hombre. Y de este se derivan los hechos que acontecen en la rúa. Somos como somos y a este estado de persistencia en nuestros propios anales se deben las circunstancias a las cuales nos debemos, y no implorando al santo de nuestra devoción esperando de su poderío que consiga modificar las líneas de nuestro destino. Y paralelamente las ciudades son inevitablemente como los hombres que las habitan, más o menos. En vano el ser humano, en este pórtico de la gloria que es siempre el día primero del año nuevo, hace presagios y cálculos, porque salvo alguna ligera variante todos acabamos haciendo lo mismo que hicimos años atrás, sin que se aprecie movimiento diferente al que nos ha servido para consumir el año anterior. Y es que ¿cambiar para qué? ¿Serán las cosas distintas porque hagamos propósitos de enmienda y borremos de nuestra planificación aquellas tareas que nos pudieran diferencia del que fuimos durante todo el régimen anterior?... Es llegado el momento de los trágicos balances: Evitaremos rivalidades, no comulgaremos con ruedas de molino, y nuestra norma de vida se ajustará a las naturales de un ser en trance de variación. O sea que por nuestro propio bien y provecho, seguiremos siendo los mismos y lo mismo que fuimos para alcanzar gloriosamente el que tenemos que ser. Y solamente para nuestra propia satisfacción eliminaremos de nuestro panorama vital lo fácil, lo consabido, lo que no implica sacrificio. Y dejaremos de fumar un poco, y romperemos nuestras relaciones con el consabido traidorzuelo de toda la vida y nos juraremos fidelidad eterna a la mujer que debemos amar, al amigo que debemos lealtad, al compañero de nuestro propósito. Para no cumplir sino aquellos propósitos que ni impongan esfuerzo, ni supongan violencia. Seremos todo lo puros y mansos corazones que nos imponen las leyes de la convivencia. Todo será en este día inicial del año promesas y esperanzas, pero lo evidente, lo seguro, es que todo seguirá ateniéndose a los mismos ejercicios, a los mismos deseos, a las mismas costumbres. Para el final de este 2007 hagamos nuevos proyectos, que no cumpliremos como siempre. Y es lo que decía Don Alonso el Bueno: «No por eso recelo/ de no alcanzar/desde la tierra el cielo...»

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