Hugo Chávez

EL PRESIDENTE de Venezuela, Hugo Chávez, se está convirtiendo en el atípico portavoz mundial del gravemente enfermo Fidel Castro. Su última revelación ha sido que el caudillo cubano «está de nuevo en la sierra Maestra dando una batalla por la vida». Y por si alguien albergaba dudas del resultado de esa batalla, ha añadido: «Fidel Castro es uno de esos hombres que nunca morirá. Es como el Che Guevara». Palabras que han sido interpretadas por los servicios de inteligencia de EE.UU. como la confirmación de que el dictador está en las últimas, con los «días o meses» contados. Las referencias de Chávez a Fidel y al Che me han traído a la memoria una imborrable conversación con Enrique Líster, el mítico jefe del V Regimiento de nuestra Guerra Civil. Me contaba Líster sus discusiones en Cuba con un Guevara cabezota que le reprochaba no haber creado en España docenas de focos guerrilleros para acabar con Franco. El gallego le respondía: «No creamos docenas, creamos centenares y aún miles de esos focos. La teoría del foquismo está bien, pero tiene un fallo grave: que en la práctica no nos funcionó». El Che insistía en que él mismo le demostraría el éxito de esa estrategia revolucionaria en América Latina. El escarmentado Enrique Líster, condescendiente, le dijo: «No dudo de que llegarás a ser un héroe popular, lo malo es que eso significará justamente que has fracasado». No hace falta recordar que el Che Guevara murió en Bolivia y que se convirtió en un héroe. Pero el que acertó fue Líster. Ahora que Chávez nos habla de la inmortalidad del Che -y también de la de Castro tan pronto como muera, paradójicamente-, viene a cuento recordar las palabras citadas de Enrique Líster, un líder popular que no murió en nuestra Guerra Civil y que quizá por ello no se convirtió en otro inmortal. El Che conservará sin duda la aureola de su idealismo (discutible y discutido), pero la muerte de Castro en la cama -como Franco- carecerá de esa mítica. Dice Chávez que la Historia ya lo ha absuelto. Una versión poco fiable si solo la avala el historiador Hugo Chávez, ese magno prócer que se proclama a la vez su heredero y su albacea testamentario. ¡Si Simón Bolívar levantase la cabeza!