Este año, el Día Escolar de la No Violencia y la Paz (martes 30) llega con la necesidad urgente de expandir su espíritu pacifista y tolerante, no sólo hacia fuera, hacia nuestro mundo en perpetua espiral conflictiva, sino también hacia dentro, hacia un sistema educativo español cuya reubicación en nuestra «nueva» sociedad desarrollada no está exenta de chispazos de convivencia La iniciativa, lanzada en 1964 por el maestro mallorquín Llorens Vidal y asumida en 1993 por la UNESCO como Día Mundial también fuera del ámbito educativo, conmemora la muerte el 30 de enero de 1948 del Mahatma Gandhi, cuyo movimiento
(fuerza de la verdad) acaba de cumplir 100 años. Este centenario será el motivo, hoy lunes y el mismo martes, de una conferencia internacional en Nueva Delhi que reunirá a representantes de 83 países -incluidos premios Nobel de la Paz como Desmond Tutu o Mohamed Yunus para recordar ese movimiento de resistencia pacífica y desobediencia civil. En España, el Día Escolar de la Paz 2007 apela al espíritu de Gandhi desde su filosofía clave de que «el amor es mejor que el odio, la no violencia mejor que la violencia y la paz mejor que la guerra». Tanto más a la luz de algunos síntomas inquietantes de agresividad, conflicto e intolerancia sociopolítica de los últimos meses, desde la trágica persistencia de la violencia machista hasta los esporádicos enfrentamientos callejeros juveniles e incidentes con trasfondo racista, pasando --en un nivel con fuerte valor simbólico en democracia-- por el diálogo de sordos entre algunos partidos parlamentarios en temas de Estado como la lucha contra el terrorismo. En tiempos de «bronca», la mejor vacuna sigue siendo la educación para la paz y la convivencia.
Buscar la paz Así lo subraya desde el propio ámbito de la enseñanza FETE-UGT, que sitúa la conmemoración del 30 de enero «en un momento en el que la sociedad española busca la paz con más intensidad que nunca» y en todos los escenarios: hogar, trabajo, calles, parlamentos y aulas. En el actual «proceso acelerado de cambio social», señala el sindicato, «la violencia no es el problema, sino el síntoma». Por eso aboga por la educación en valores como «clave para erradicarla». Educación para la paz -insiste--, sí, pero de «una forma amplia, globalizadora», que implique a todos los agentes sociales e involucre «todos los espacios extraescolares»: calle, barrio, familia, amigos, espacios públicos de ocio, medios de comunicación, juguetes, videojuegos, Internet, etcétera. Y con la vista puesta, remacha, en la «necesidad de plantear una organización democrática del aula» en la que el propio alumnado participe y asuma sus responsabilidades; también, concluye, en los sistemas de resolución de conflictos que deberían ponerse en marcha en todos los centros. De hecho, ya hay experiencias en esa línea. Por citar una entre las que merecieron el Premio de Convivencia del Ministerio de Educación en el último curso, el madrileño Colegio Lourdes ha hecho de esa cuestión un objetivo educativo que no se agota en la resolución de conflictos ni en el aula de mediación para que los estudiantes solucionen sus problemas. El centro, vinculado a una organización con vocación pacifista como Fuhem (Fundación Hogar del Empleado, que también acoge al Centro de Investigaciones para la Paz), favorece el protagonismo estudiantil a la hora de fijar sus normas de convivencia y lo completa con un original voluntariado interno en el que los alumnos mayores ayudan a los más pequeños. El andaluz Antonio Padilla, que lleva trece días en huelga de hambre en protesta por la negativa a permitirle preparar un terreno de fútbol en Haridwar (norte de la India) anunció que piensa «llegar hasta el final», tras ser ingresado anoche «contra su voluntad» en un hospital local. En declaraciones a Efe, Padilla, un licenciado en Ciencias del Deporte, aseguró sufrir «intimidación» por parte del Gobierno de la región de Uttaranchal, que quiere expropiar unos terrenos comprados por el andaluz hace diez años con el fin de «dar un pelotazo urbanístico». Padilla se hizo con los terrenos en 1997 por unos 37.000 euros, para desarrollar una «obra social y deportiva» en nombre de la ONG Fundación Vegetariana Pozo-Rojas-Padilla Trust, pero cuando comenzaron a construir letrinas, el Gobierno paralizó las obras porque en la India los extranjeros no pueden invertir en propiedad. «Me han puesto a dos policías que me amenazan como a Cantinflas: me ingresan en el hospital y quieren obligarme a firmar un papel en blanco diciéndome que estoy arrestado, pero sus presiones no van a intimidarme», aseguró. Padilla dijo encontrarse «débil», aunque en el hospital recibe ya glucosa y agua por vía intravenosa, lo que, según el huelguista, «prolongará mucho más la huelga». «Han encadenado varios errores, porque todos sabían que éramos extranjeros: el vendedor, la agencia de propiedad inmobiliaria, los abogados que nos asesoraron y los propios agentes del registro. Ahora, no hay duda, los terrenos son nuestros», dijo Padilla. El socio de Padilla, Juan Manuel Rojas, ya llevó a cabo una huelga de hambre en Pushkar (oeste de India) en septiembre para que las autoridades le permitieran utilizar unos terrenos para crear un equipo de fútbol con los jóvenes de la población, una reivindicación que finalmente logró tras trece días sin comer. Ahora, Rojas se mostró indignado por el trato sufrido por su compañero Padilla, a quien calificó como un «preso de conciencia en huelga de hambre» . Los terrenos, en una zona sometida a una fuerte presión urbanística, se han revalorizado tanto que actualmente costarían unos 350.000 euros a precio de mercado, de ahí que, el Gobierno tenga tanto interés en expropiarlos. «Pero nosotros queremos hacer una obra social y deportiva, queremos tener un equipo de fútbol».