| En directo | Frente al litoral de Lugo |
Humo naranja entre olas de cinco metros
A la altura del buque una gran humareda, como una bocanada de azufre, es llevada lentamente por el viento del suroeste
Son las tres de la tarde, cuando en el muelle de Celeiro nos recoge José, el patrón del Xillao, una embarcación de recreo de diez metros de eslora. Sus quinientos caballos de potencia son aval suficiente para la misión: hallar al Ostedijk , el mercante holandés cargado de fertilizantes en descomposición. Las últimas informaciones lo sitúan once millas al norte de Punta Roncadoira (Xove). El viento sopla con cierta intensidad en tierra y Cán-dido, el segundo de a bordo, nos previene con su voz de la experiencia: «Cando saiamos da perpendicular de Estaca de Bares, que protexe a costa, preparádevos». El día es gris y con el viento de popa, el Xillao hace buenos sus quinientos caballos. Dos mercantes situados a babor no nos confunden, pero por si acaso Jose, tras fijar unas previsibles coordenadas en el GPS Plotter, echa mano del radar. Al fondo, perdidos en el horizonte, entre las olas que se encabritan intuimos unos puntos. Son ellos. Deben serlo. En unos minutos se solventan las dudas. Lo que primero se distingue son dos briznas rojas: los remolcadores, y una voluminosa humareda de color naranja que poco a poco gana cuerpo. Tras ella se oculta el Ostedijk . Parece que la primera operación para enfriar la carga se ha iniciado. Eso justificaría la reacción que provoca el humo. Seguimos acercándonos. José pone rumbo al remolcador que tiene amarrado al Ostedijk por popa para impedir que se mueva. El humo poco a poco se esparce, moviéndose en una nube lenta y pesada. La figura del buque gana nitidez. Parece un enorme animal herido y desvalido, agarrado al remolcador. El Xillao regresa a puerto mientras el Ostedijk parece agonizar.