Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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ESTÁ bien que la Unión Europea comparezca ante el mundo como un vigía eficaz en la defensa de los derechos humanos. Sus acusaciones contra EE.UU. por la ilegalidad e inmoralidad de la prisión de Guantánamo o por el traslado de presos a cargo de la CIA por aeropuertos europeos sin la autorización de los Gobiernos concernidos merecen todos los elogios. La justicia demostrará que Europa está en el lado correcto, frente los abusos de la Administración Bush, que la Unión Europea no debió ni debe compartir. Pero ¿es esto todo lo que puede hacer la Unión Europea ante todo lo que ocurre en el mundo? En este punto empiezan a naufragar nuestras mejores esperanzas, porque la UE parece reducirse al papel de una cierta bonhomía internacional sin resultados en la práctica. Todas sus exigencias en defensa de los derechos humanos se van a pique ante su incapacidad coercitiva para imponerlas. Todo se queda en un desfile de hermosas palabras y bellos gestos en la pasarela de nuestra buena conciencia. Nada más. Lo pueden acreditar los rusos y los chinos, además de los propios estadounidenses. Una condena europea significa muy poco, porque, entre otras cosas, no trae consecuencias. ¿Le ocurre algo a Rusia en el ámbito internacional por masacrar sin interrupción a los chechenos? No. ¿Le sucede algo a China por su violación sistemática de libertades y derechos humanos? No. Entonces, ¿por qué una condena europea va a afectar a EE.UU.? Sólo la opinión pública estadounidense afecta de verdad a Bush. Aunque del hecho de que esa opinión pública empiece a coincidir con la europea la UE podrá anotarse el éxito de haber influido en ella, aunque esto no sea del todo cierto. Nuestra defensa de los derechos humanos en el mundo es una excelente bandera que vale la pena seguir. Pero, para ser relevantes, los europeos tenemos que lograr una unión política estable. Solo desde esa fuerza tendrán eficacia nuestros pronunciamientos y denuncias. De momento, somos cómplices de nuestra propia debilidad y responsables de la falta de peso que tenemos en el mundo. Para ser grandes, reunimos todas las condiciones, menos una: la de creérnoslo y actuar en consecuencia. Lástima.

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