El paisanaje
Dos visitas y un cumplido
EN LAS FAMILIAS que llevamos comiendo caliente varias generaciones las visitas de parientes lejanos que de golpe aparecen en tropel y nos toman por primos, justo cuando el abuelo está a punto de testar, se parecen mucho a las campañas electorales. Ahora se dilucida a quién va a dejar los votos la provincia en mayo, recién finiquitado el invierno y el mandato del señor alcalde. Como en los carteles taurinos que también ahora quiere apuntillar la ministra Narbona, hay monosabias muy plantadas, este fin de semana León ha recibido la visita de dos primeros espadas, Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, para lidiar mano a mano con el ganado local en un espectáculo poco frecuente y que significa mucho para ambos: uno de los dos se va a caer del cartel el año que viene cuando vuelvan a torear en serio La Moncloa, donde, en vez de salir por la puerta grande, la cuestión es si se entra o no se entra. A la hora de escribir estas líneas, nada más estoquear Mariano, de alias joven «el Niño de los Jesuitas», por aquello de haber estudiado aquí, está iniciando su faena José Luis, «el Chico del Colegio Leonés», prometiendo pases electorales por la izquierda o naturales, aunque en muchos se pasa, como en lo de ETA, y en otros no llega, tal que en el AVE o el Inteco. Esto es lo que divisa la afición desde el tendido de sol que aquí tampoco existe, mal que le pese al calentamiento global que tanto pregona la ministra Narbona: hemos tenido que cubrir con una boina y ponerle calefacción a la plaza de toros, a ver si se entera. Es de agradecer, sin embargo, que en una plaza de tercera categoría -de Segunda B, según los socios de la Cultural- Rajoy y Zapatero se dignen apadrinar en primicia a sus respectivos candidatos a alcalde, Amilivia y Paco Fernández, que no acaban de alcanzar la gloria de la mayoría absoluta por enésima alternativa. Lejos de ganar por goleada, las encuestas pronostican división de opiniones y que otra vez el que gane lo hará de penalti en el último minuto cuando chute libre directo a puerta batida un tal Rodríguez de Francisco, de otro alias «el Pelines», líbero del leonesismo, que, como su propio nombre indica, siempre va por libre y es el que más chupa balón. Como se iba diciendo, lo de este fin de semana es volver a la moviola, en términos futbolísticos, o al Cossío, según los taurinos. En todo caso no hay más que pases repetidos: cornadas cuando menos lo esperas, empujones en el área, pactos poselectorales cuando vas a entras a matar o rematar, etcétera. Así no hay quien se luzca. Para redondear el espectác ulo no faltan entrenamientos ni toreo de salón. En el PSOE leonés, por ejemplo, hay regates increibles para presidir la Diputación, particularmente del secretario provincial Miguel Martínez, hasta ahora defensa central que iba a la zaga de Zapatero por si acaso, mientras que desde los burladeros del PP su colega Isabel Carrasco le da largas cambiadas a Amilivia, Herrera y Javier García-Prieto, con mano diestra o siniestra, según se mire. Quizá la más fina estampa de todo este peloteo y morlacos embolados sea la de Ángel Villalba, aspirante a la presidencia de la Junta de parte de él mismo porque, aunque tablas no le faltan, y Zapatero, que empezó en su cuadrilla, le echó el otro día un capote en Madrid cuando presentó la candidatura. El hombre no es muy cumplidor, porque apenas le ha dado tiempo, ni siquiera cuando estuvo de presidente eventual en Caja España, pero en cambio es muy cumplido: ha presentado nada menos que cuarenta promesas, si triunfa. Eso es lo que se llama un brindis al sol o, en su defecto, tener más moral que el Alcoyano. Por avisos o prórrogas que no se diga. De Villalba, a pesar de su provecta edad, experiencia y revolcones en los ruedos electorales, se podría decir que todavía es un chico que promete. Su palabra no tiene comparación con la de los otros dos, que han dejado ya para el arrastre la minería, los regadíos, la escuela de pilotos, el AVE, el Inteco y, en general, una provincia que les vota, mitad por mitad, con orejeras como las mulillas que no paran de dar vueltas al ruedo, según Zapatero, o a la noria, según Mariano Rajoy, sin mayor horizonte la parej a. Bien mirado, de las cuarenta promesas de Villalba para gobernar sobrarían, por lo menos, treinta y nueve, si Rajoy y Zapatero cumplieran también las suyas. En cuanto a la otra y primera, que dice «código de conducta para los cargos públicos: garantizar la austeridad en el uso del poder», podía haber entrado en vigor ayer mismo. Me dijo ayer un vecino taxista, que opera en el aeropuerto: «Macho, la próxima en vez de tanto avión y coche oficial, que me llamen a mí y traigo a los dos por la mitad del precio». Y la provincia, a pré, gracias.