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Los jesuitas presentan nuevos datossobrelafiguradeArrupe

Arrupe, general de los Jesuitas, fue una figura controvertida

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efe | madrid

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Los jesuitas presentaron ayer nuevas investigaciones, coordinadas por el profesor de historia contemporánea Gianni la Bella, en torno a la vida y obra de Pedro Arrupe, prepósito general de la Compañía de Jesús (1965 a 1983) y 28 sucesor de San Ignacio de Loyola. «Pedro Arrupe, general de la Compañía de Jesús. Nuevas aportaciones a su biografía», aborda en sus más de mil páginas aspectos más o menos oscuros unas veces, inéditos otras, sobre el generalato de Arrupe, una figura de la que su sucesor Peter-Hans Kolvenbach, dijo a los diez años de la muerte de Arrupe que «como todo testigo profético, fue signo de contradicción, incomprendido o mal comprendido, en la Compañía y fuera de ella». Según los editores: las contribuciones e investigaciones publicadas en el libro, utilizando nuevas fuentes de archivo en gran parte inéditas, «han liberado la historia del generalato del padre Arrupe de una especie de 'marginación' histórica, que lo ha acompañado sobre todo después de su muerte». Editado conjuntamente por Mensajero y Sal Terrae, y elaborado con la colaboración de 26 profesores o destacados jesuitas que conocieron personalmente a Arrupe, la obra va profundizando en el pensamiento y la acción del general en los cinco continentes, los contactos con la Iglesia Ortodoxa rusa, y la vida religiosa del postconcilio. Razones para una dimisión Mención aparte merecen los capítulos dedicados a la forma de gobernar la Compañía, su sentido de la justicia, el diálogo Cultura-Evangelio, la crisis del cambio y la consiguiente dimisión de Arrupe el año 1983. El escritor y jesuita Manuel Alcalá, que aborda el capítulo de la dimisión afirma, citando testimonios de sus colaboradores más íntimos, que Arrupe consultó en varias ocasiones su eventual dimisión, y que según algunos ya lo hizo en la Navidad de 1978, y en junio de 1979. En 1980, tras una nueva audiencia con el Papa, «expuso de modo ordenado y en clima de serenidad» a sus cuatro asistentes generales las razones que le inclinaban a la dimisión: la edad (73 años), sus problemas de salud, el gobierno ya prolongado de más de 15 años y la conveniencia de encontrar un general más joven con mayor energía e incluso el poner en marcha el método de dimisión, aprobado en la 31 Congregación General. Sin estas son unas tésis, otras más creíbles y que Alcalá apunta que es probable que en la consulta oficial, cuyos archivos aún no son accesibles, se añadieran otras razones que abren nuevos debates sobre su figura: «así las tensiones frecuentes de su gobierno con la curia romana y con Pablo VI, los avisos de Juan Pablo I y la creciente falta de sintonía con el papa Wojtyla que podía dificultar, antes o después, el gobierno de la orden»