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Merkel arranca un compromiso para que Europa lidere la lucha contra el cambio climático

Francia intenta que la UE incluya la nuclear como energía renovable

París diluye el compromiso de interconectar el 10% de su red con la española en el 2010

Angela Merkel, Jacques Chirac y Rodríguez Zapatero, ayer en Bruselas

Publicado por
Fernando Pescador - bruselas
León

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Angela Merkel parecía tener todas las bazas en la mano anoche para proclamar la aceptación por parte de la UE de un ambicioso programa de lucha contra el cambio climático, en el que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, combinadas con el objetivo, obligatorio, de que el 20% del total de energía consumida por la Europa comunitaria en el 2020 proceda de fuentes renovables, asumen un protagonismo principal, proyectando inmediatamente a los 27 a la vanguardia de las actuaciones contra el efecto invernadero. El carácter obligatorio de ese 20% como objetivo en el 2020 constituía uno de los objetivos principales perseguidos por Merkel en la cumbre. Los ministros de Energía y de Medio Ambiente lo habían confinado a la condición de «orientativo», pero la canciller, en sintonía con la Comisión, quería más: imponerlo a los 27. Topaba, en su pretensión, con Francia, que dispone de un parque nuclear muy importante, y que no quería verse obligada por la UE a introducir un parque tan importante de generación a partir de fuentes energéticas renovables. Chirac fue al Consejo con el propósito de convencer a sus pares europeos de la necesidad de computar la energía nuclear, muy poco contaminante por dióxido de carbono, en el cálculo final. Su estrategia consistía en oponerse a un objetivo único para las renovables, pero aceptarlo como secundario, en el marco de otro objetivo más general en el que se tomarían en consideración todas las fuentes con bajas emisiones de dióxido de carbono, (como la nuclear). Salida satisfactoria El planteamiento de Chirac parecía descartado al término de la primera deliberación del Consejo. Fuentes oficiosas hacían saber a este periódico que el presidente francés, que acudía por última vez a una cumbre europea, estaba preparado para aceptar el carácter obligatorio del compromiso, a cambio de una redacción del acuerdo que le permitiera a Francia una salida satisfactoria, con un cómputo indirecto de la generación de origen nuclear. El Consejo no parecía dispuesto a aceptar la mención específica a esa fuente energética que Francia reclamaba, y quedaba abierta la vía para que los expertos de las delegaciones negociaran, durante la noche, fórmulas transaccionales del tipo de «tomar en cuenta la parte de las fuentes de energía con baja generación de dióxido de carbono en el mix nacional». Se consideraba también posible introducir una cláusula de revisión de objetivos a medio plazo, así como una mención a los países que, por sus escasas dimensiones, no pueden desplegar grandes dispositivos generadores de energía a partir de fuentes renovables. Sería el caso de Luxemburgo y de Malta. Otros socios comunitarios, como Holanda, Irlanda, Chipre, Hungría y Grecia citaban, además del limitado potencial para la generación de energía por fuentes renovables, su alto nivel de dependencia de las importaciones. En sala, los líderes europeos coincidieron en la necesidad de alcanzar un acuerdo. Blair lo juzgó de primera importancia «para que Europa pueda presentarse a la próxima reunión del G-8 en posición de liderazgo». El caso español Por lo que a España y su problemática específica de interconexiones de electricidad y gas con Francia respecta, el borrador adaptado de Conclusiones de la cumbre abandonaba la idea de establecer «hojas de ruta» para garantizar el cumplimiento del objetivo del diez por ciento en el 2010, que sustituía por «orientaciones», menos exigente. Francia se negaba a asumir el compromiso en los términos inicialmente planteados por España.

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