Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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SI TODO acontece como está previsto, Vladimir Putin será relevado en el 2008 en la presidencia rusa, y su sucesor será quien él quiera... o él mismo. Porque mientras se prepara la sucesión -aherrojando y condenando a la marginalidad a todo grupo adversario-, también avanza, a la chita callando, una propuesta de modificación constitucional para que el actual presidente pueda concurrir de nuevo. Putin dice que no, que no se presentará, y los rusos le creen, pero la Duma no ha archivado la propuesta. Así de claro es el panorama. El oscurantista ex KGB lo tiene todo atado y bien atado. ¿Su herencia? Basta con echar una ojeada a los periódicos. La democracia ha retrocedido en Rusia y la represión al viejo estilo ha aumentado. Hay concepciones de la antigua URSS que han vuelto, y tal vez una de ellas es la que llevó a Kruschev a decir en su día que los partidos demócrata y republicano de EE.UU. eran «dos zapatos del mismo pie». Inspirado quizá en esa visión soviética, Putin tiene ya el partido Rusia Unida (RU) y hace poco ha creado Rusia Justa (RJ). El ciudadano puede votar casi lo mismo a través de uno u otro, puesto que la alternativa creada es solo aparente. ¿Y los otros partidos? Resisten, sobreviven, pero retroceden. Porque Putin lo quiere todo bien amarrado, y esto no es compatible con un verdadero juego democrático. Un juego que el presidente quiere sustituir por un simulacro: Rusia Unida frente a Rusia Justa. Los cientos de periodistas asesinados en Rusia en los últimos años dan una idea del clima social y político en que se vive. Vladimir Putin quiere una Rusia fuerte y con peso en el mundo, pero desconfía de que la vía democrática conduzca a esa meta. Más bien parece creer que el monolitismo impune del pasado sirve mejor a los intereses generales, y obra en consecuencia. Esto explica sus enfados en las cumbres de Lahti, Helsinki y otras con líderes europeos. El actor se desgañita sobre el escenario y les afea a sus colegas sus mafias y corrupciones. Es una estrategia tan vieja como la humanidad: gritar antes de que te griten, y si te acusan, acusarlos tú más. Porque Putin no quiere en Rusia una democracia como la nuestra. Es lo que sus actos están dejando más claro.

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