Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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ES SABIDO que ya ni el presidente Bush alberga la menor duda de que fue un error ocupar Irak. Sobre esta decisión del pasado ya no cabe discutir porque todos estamos de acuerdo. Sin embargo, queda todo un presente lleno de complejidades y de riesgos. Y quienes se limitan a regodearse en el error americano empiezan a ser los equivocados de los nuevos tiempos. Porque Irak es un error americano ya inevitable que podemos acabar por pagar todos. Basta ver los comunicados de Al Qaida para advertir de qué van y cómo afectan a España, continuamente citada por la organización terrorista islámica. Lo prudente sería dejar de celebrar los descalabros de Bush y aprestarse a colaborar en la solución del problema, sobre todo ahora que la administración americana emite señales claras de que desea reconducir el proceso con el debido amparo internacional. Es el momento de ayudar tanto como sea posible para que el polvorín de Oriente Medio no salte por los aires y los cascotes alcancen a muchos países que hoy se creen a salvo. La ocupación de Irak fue un error, de ello no cabe duda, pero probablemente aún estemos a tiempo de evitar errores semejantes en Irán, Líbano o Afganistán. La estabilización de Oriente Medio es un objetivo por el que debieran de trabajar todos los grandes bloques, muy especialmente los países miembros del Consejo de Seguridad. Porque sin esa estabilización podemos entrar en una larga etapa de irakizaciones varias, con Estados enfrentados entre sí o literalmente fragmentados. Este sería un nuevo y dramático error del que no sería nada fácil salir. La Unión Europea puede tener un papel clave en la marcha de los acontecimientos, tanto en Irak como en Irán, Siria, Líbano o Palestina. Y tiene que desempeñar ese papel si quiere ser una potencia real en un mundo cada vez más multipolar. A Rusia puede no interesarle un Oriente Medio convertido en gran exportador de petróleo, pero a nosotros sí que nos interesa, y al mundo en general. Porque la paz tiene que ver -y mucho- con el desarrollo económico equilibrado de las naciones. Y también porque, en el fondo, no nos conviene un Estados Unidos replegado y humillado.

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