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A CHUFLA se tomó este pueblo los ochenta céntimos que cuesta un café en el cielo de La Moncloa. En los bares de barrio tampoco atizan mucho más, que se paga a noventa, pero se ve que quienes se escandalizan del descontexto en el que anda el presidente (que es cierto, que en la inopia de lo barato viven los altos barandas que nunca llevan monedero y jamás pagan) tienen la pasta tan larga como la lengua y van a cafeterías firulís donde arrean por un cafelito un euro y medio, dos... u tres, dice uno de Astorga. La peña mediática antizapatista cargó la suerte sobre esta anécdota reduciendo hora y media de humo apaleado a una chirigotita de putos céntimos. Ya les vale, porque al día siguiente de aquel interrogatorio de puro plástico y fosforescencias que le hicieron a Zapatero en la Uno, todos eran a ingeniarse en barato con el cafelito de marras. ¿Y no hubo más?... El novedoso programa se presentó en alarde de libertad total, pura espontaneidad pública, tanto en la selección de preguntadores como en la formulación y secreto de las preguntas. Ya. Mentirijilla de monja. No fueron secretas las preguntas. Si las conocía el presentador y realización y las agruparon por temas para no desconcertar o inquietar al interrogado, ¿qué ingenuo piensa que no las sabían también los asesores y dueños del presidente?... Estos simulacros de saltar a la arena se pactan, se domestican. Necesariamente. Un presidente de gobierno jamás se enfrentaría a cien bocas de disparo desconocido; no se lo permitiría ni su cautela vaticana ni su equipo, porque de esas espontaneidades se sale siempre con algún arañazo o dejando pelo en la gatera, un riesgo que nadie asumiría cuando las campanas electorales tocan a vísperas. En este programa estaba todo previsto y, por ello, tuvo mucho de simulacro, de falta de punch y de puro espectáculo, que es en lo que hemos convertido la información... Cuando en una ocasión el presentador interfirió con un matiz, el presidente le miró algo compinchada y risueñamente indicándole, «Lorenzo, eso no estaba previsto»... que es lo mismo que decir y delatar que todo el resto sí que estaba previsto. Y tan previsto. Por eso el interrogatorio fue plástico y fosforito, puro guión. Una pena. Cualquier aficionado a la lidia política supo a la primera cambiada que aquellos toros estaban afeitados.