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ESCANDALILLO de monja fata, loca o escrupulosa montan algunos (que además no son de la parroquia, señá Eustoquia) porque el papa Benedicto dictó declaración desde el solio pontificio: el Infierno existe y la cosa allí es perpetua, infinito el llanto y el crujir de dientes. ¿Es novedad? ¿Quién se asombra por repetir doctrina vieja y catecismo?... Todas las religiones tienen infierno, pues toda creencia pendulea entre el bien y el mal, los elegidos y los réprobos. Es la forma más antigua y sencilla que halló el hombre para comprender esta vida que no conseguimos explicarnos y el más allá que entendemos aún menos todavía: buenos y malos; unos, al cielo, otros al infierno... y los regulares, a Melilla, dijo un chiste que rueda («las mujeres buenas van al cielo; y las malas, a todas partes»). Hay quien estima anacrónico insistir sobre el Infierno. Se sonríen de que lo haya. Los agnósticos tienen inlcuso el suyo cada vez que dicen a quien les cae mal «vete al diablo». Hasta más sesudos o romos ateos creen en él, aunque aseguran que no está en otro espacio, sino en el más acá, en las guerras, la injusticia, la tiranía y la miseria. Nadie mejor que Jean Paul Sartre, entre los descreídos, para definir la cosa: «el Infierno son los otros». Así que no es especialmente aberrante o retrógrado decir que el Averno es real -con o sin calderas de Pedro Botero- o que los agentes del mal están entre nosotros, porque todo el mundo conoce algunos que tienen despacho en ministerios o consejos de administración; y también se sabe que hay escuelas de formación profesional de diablos desde Marbella a Pekín, pasando por Kandahar o San Francisco... En todo caso, considérese un avance que la doctrina papal hable ahora del Infierno sin entrar en los truculentos detalles y torturas sádicas que nos aterraban de críos. Es más, ya nadie dice lo de aquel carismático cardenal húngaro que hace sólo sesenta años reveló que el Infierno no sólo existía, sino que se localizaba exactamente debajo de la Rusia soviética, lo que es de una precisión teológica y topográfica asombrosa. Jo. Nadie obliga a creer, pero has de mirar antes de dormir debajo de tu cama, que es la querencia preferida de los demonios cojos que aguardan a asaltar nuestros sueños... porque el infierno de cada cual es su subconscuiente.