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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ALGUIEN TIENE QUE acabar con este disparate. En lo que llevamos de año son ya cerca de 20 las mujeres muertas a manos de sus compañeros o de sus verdugos. Desde Colombia, desde Mauritania, desde la África más profunda nos llegan centenares, millares, millones quizá de inmigrantes de ambos sexos: atléticos varones negros y mujeres de todo color y condición. Tienen hambre en su tierra de origen y alguien las ha informado de que en España, la tierra oculta de la guerra y la de los campos de concentración puestos al cuidado de cenagales al servicio de la Francia de la grandeza, ocupan ahora los escasos espacios libres de los cayucos y de las pateras, para alcanzar la liberación soñada, en la tierra del oro y del moro. Llegan, encuentran tal vez compañero y trabajo y cuando se disponen a ser felices, un viento negro se rompe y anuncia la tragedia: una nueva mujer muerta a manos de su compañero. Y van quince o veinte. ¿Que lo mismo da el número? Sobran gentes amiseriadas que no dudan en jugarse la vida por salir de su trampa. Y, afectivamente mueren. Y los asesinos, acaban mal en la cárcel o en una horca inventada en algún páramo vacío. Y ante el nuevo sacrificio, las gentes, atentas ante el resultado de la selección de nuevos gobernantes en la tierra de promisión, libres y en cierto modo todavía con coraje para la defensa del género al que pertenecen -masculino, femenino y neutro-, se reúnen para lamentarse, para solicitar una tregua, para ver la posibilidad de encontrar al fin un medio, una fórmula, una ley para corregir esta degradación nacional. Porque ni es justo ni es válido para nada matar mujeres, así que alguna se le cruza al matón en su camino¿ Y las autoridades, desde las más municipales y espesas a las más ilustres y poderosas, sin saber a quién dirigirse para la solución de este grave problema, solicita de la comunidad que hagan lo posible por borrar de su planilla el sucio borrón del asesinato de señoras, de muchachas, de niñas. Porque ellas, las autoridades con poder, no son capaces de dar con el mecanismo que proteja a sus mujeres. Y es significativo y contradictorio, que mientras esta sociedad nuestra, tan preocupada, por la erradicación de una cierta versión del terrorismo político, y hasta de las víctimas que la carretera acarrea, no sean capaces de imaginar una medida drástica que acabe con estos seres iracundos que matan mujeres en un rapto de furia. ¿Es que acaso renunciamos a encontrar el procedimiento de solucionar esta sucia epidemia de la muerte de la mujer a manos del criminal de sangre fría? ¿Por qué no se autoriza a la hembra amenazada a portar armas para su propia defensa y se procura a la sociedad un código que les permita rechazar al agresor en defensa propia?... En alguno de los tiempos clásicos o castizos de la España brava, se sugería el uso de la navaja en la liga. ¿Por qué ahora no?... Es un decir¿ claro¿