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UNA LUNA gorda gordísima cae siempre en esta semana pasional. La magia de las esferas astrales rige el movible calendario litúrgico, aunque diga la teología cristiana que la astrología es una solemne aberración condenable, paganismo de magos y arúspices. ¿Y por qué la Semana Santa ha de arrimarse por decreto a las lunas que mandan en lo pagano desde Zoroastro y Zaratustra?... En mi memoria de la cazurrez bendita, una luna como queso recién hecho y escurrido cruza la noche de este Jueves santo y profano sobre la plaza pedrera del Grano o el campanil chiquito de las Carbajalas, luna rechoncha, farol impenitente entre nubes que corren aventadas o terribles si se juntan en esa procesión que el procesionante teme, noche clara, nochecita en vela, unos con cera, otros con frasca, los de allí con bacalao y huevos duros, los de acá con linterna de lupanar en busca de magdalenas de redimir para que la penitencia pueda pujar también su pecado, aquellos a mirar, estos a tocar, uno el tararí, otro el pellejo del tambor... y aquel, la mercancía. Las beatas de a pasito y con el viejo velo de blonda negra recorren la noche antes de recogerse yendo de iglesia en iglesia por visitar «monumentos» sacramentales, dan candela a las tinieblas y rezan por la pecadora corte legionaria atrapada en sus pasos de cántaro y copla gruesa o atrinchertada en cada rinconada orinada por el jubileo matajudíos... Habrá esta noche un cornetín de órdenes cofrades que clava al cielo sonidos metálicos de aguja que perforan la oreja del hermanito adormilado y habrá un cuerno cornón de la luna bufa tocando la salmodia genara, habrá tumbos y retumbos, duermevelas, resopón roncado, marea de resacados y besos tapados con tela... Son las vidas paralelas, la una que busca el cielo y la otra que el infierno encuentra y, al fin, son las dos la misma vida, que lo otro sólo eran caras, posturas, un remedar, un parecer... Limonada, garrafón, orujete, fervudo ponferradés, aguamieles de la abuela, pestiños de muy afuera, orejones de aquí cerca y anís para doña Lurdes, pues será fresca el viernes esta madrugá sevillí de oleole y tracatrá que con mucho tararí ensayamos los de aquí por parecernos de allá... y lograr, entre loros y espantás, no ser de acá ni allí, sino un remedo gagá perfumado en marbellí... Qué cruz...