CRÉMER CONTRA CRÉMER
Ser o no ser
TENEMOS UN PROBLEMA GRAVE, uno de esos gravísimos sucesos biográficos que marcan la vida, no ya de un hombre ni de una mujer, sino de un pueblo, de una nación, de un continente. Naturalmente no debe servirnos a los españoles, tan dados a la dúplica y a la réplica, por menos de nada, para agriar nuestros diálogos. Los afectados por éste como por los demás cuestionamientos que aquellas elecciones de mayo nos deparan, debieran leer a Don Guillermo, el inglés de Hamlet , antes de abrir la boca, ni siquiera para asegurar que ésta y no otra es la cuestión, el ser y no ser. Sencillamente porque no conocemos a ningún candidato, sea éste para aplaudir en el parlamento al jefe o para ocupar en el municipio un puesto cómodo y barato. Se es o no se es por lo que uno es, no porque el vecino no te vote y porque en lugar de colocarte en la comisaría de Obras, que es la que da más leche, te aparquen en Cultura, para el programa de fiestas. Ser o no ser presidente de la Excelentísima y Reverendísima Diputación Provincial es la cuestión que ahora y en esta hora precisamente se suscita por ver a quien colocamos de número 2 (dos) en la lista que don Mario Amilivia no fue capaz de cerrar a gusto de nadie. Dos eran dos, las hijas de Helena, dos eran dos y ninguna era buena. Al parecer ni Don Javier García-Prieto, en la actualidad sosteniendo, con talante y con talento el peso director de la Excelentísima, ni Doña Isabel Carrasco, directora general del coro electoral popular, han encontrado la fórmula para imponer la seriedad y respeto en las bazas electorales. El mismo señor alcalde, felizmente reinante, pese a su tesón y a su probada agudeza para calar en el espíritu y en el valor de sus colaboradores (según dicen los que lo dicen frente a quienes opinan precisamente que su fallo como regidor mayor del reino ha sido no haber acertado plenamente en la selección de sus acólitos). Llegó un momento en que el espíritu de resistencia y de sacrificio de don Mario alcanzó tales grados que se temió un desenlace infeliz. Afortunadamente el señor alcalde, al que le correspondería decidir, se confesó incapaz de conseguir acuerdo entre las partes y puso sus poderes sobre la mesa camilla del Presidente de la Junta, señor Herrera, para que decida lo que mejor convenga a la salud del cuerpo social de León. Y en estas estamos, sin que los investigadores que, como el que suscribe, toca el piano de oreja, se arriesguen a adelantar ficha. Como miembro de esta gloriosa y benéfica comunidad y ateniéndome a la ley democrática que garantiza la libertad de expresión, he realizado entre mis vecinos un referéndum para saber a qué atenernos a este respecto. ¡Y me ha sucedido lo que a don Mario!: Que no acierto, que me faltan datos y que el vecindario, atosigado por las contribuciones y la carestía de la vida, rompió toda plática diciendo que lo primero que el alcalde debiera hacer es arreglar lo de la reducción del número de taxis en ejercicio, que es que les busco y no les encuentro. Como la solución o cuestión shakesperiana de la presidencia¿