CRÉMER CONTRA CRÉMER
De la Pasión y la limonada
COMO TODO LEONÉS que se precie está obligado a saber, la Semana Santa leonesa se caracteriza principalmente por las imágenes, naturalmente, por el sermón de las siete palabras, por los papones y las paponas y por sus diferentes historias y leyendas. Entre las que todavía se conservan en la memoria y en la práctica de los leoneses, además del juego de las chapas y las treinta monedas de Judas, está la matanza de judíos. Así que la matraca de la iglesia de Santa María del Camino (léase del Mercado, templo de la Virgen de los Dolores) anuncia que ya estamos en tiempo de penitencia, el leonés castizo, en lugar de ponerse de rodillas para, cuando menos, rezar un padrenuestro por los que mueren en Irak, en Afganistán o en el Congo, van y se ponen a matar, como cualquier heroico soldado de Guantánamo. Matar judíos, dicho sea en honor a la verdad no es acontecimiento que quebrante la buena conciencia de los leoneses que no han matado por su voluntad nunca ni un pollo tomatero, sino una leyenda. Y como todas las leyendas resulta si se quiere y si no se quiere más pintoresca que la realidad. De ahí que todos los años, a los cronistas oficiales de la ciudad se nos imponga de hecho la verificación del suceso y lo que tiene de representación para mover corazones y tabernas la historia de la matanza de judíos. La Asociación de Mujeres para la Democracia de la porción leonesa del Bierzo no lo recuerda, promoviendo un acto competencial a cuenta de la señora o señorita, sea demócrata o no, que trasiegue o beba a chorro, más limonada. La limonada, en verdad, es otra forma de leyenda, porque conteniendo tres o cuatro ingredientes clásicos, lo cierto es que no contiene en puridad ni una sólo sin trampa. Cuando llega el día o la noche de la limonada, los histoicistas del lugar recuerdan que esta costumbre, que el tiempo hizo ley, data de cuando los aristócratas judíos prestaban dineros a los nobles del lugar. Estos, los nobles, en vez de pagar lo que debían, ni pagaban ni consentían que sus hijas se casaran con heréticos homicidas del Nazareno, y para obviar el compromiso de tener que saldar sus muchas deudas, derivadas de la vida licenciosa que llevaban, enviaban a sicarios a su servicio para que aprovechando la sagrada oportunidad se cargaran a los judíos de las calles tradicionales de Tarifa, de Santa Cruz y de Puente Castro, entre otras. Obedientes como ellos solos, los matones pagados por los nobles recorrían los barrios y se cargaban a todos los judíos que se les pusieran delante. (Fórmula que siguen ofreciendo a los representantes, sitos en Ayuntamientos, Diputaciones y Centros deportivos para no pagar las deudas o pagarlas con sangre ajena). En el caso berciano, los ganadores o ganadoras del concurso obtendrán premios consistentes en un fin de semana y una bolsa de viaje de 250 euros, entre otros trofeos. En la actualidad la matanza de judíos, como la matanza de tanzanios o de directores de Casas de préstamos, ha sido abolido y los papones, las paponas y demás intérpretes de la representación, beben limonada¿