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LITURGIA DOMINICAL

La Pascua de la fe y de la vida

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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A VECES es útil hacerse preguntas. En el día de Pascua, la gran fiesta de los cristianos, es oportuno preguntarnos si sabemos exactamente lo que creemos. No quisiera ofender a nadie. Quisiera únicamente que todos hoy nos interrogáramos sinceramente, para que así podamos celebrar bien estas siete semanas de fiesta cristiana que es el tiempo pascual. Y, para celebrarlo bien, es necesario que sepamos bien qué creemos. Ser cristiano es creer en la resurrección de Jesucristo. Quien tiene esta fe -con todas sus consecuencias- es cristiano; quien no cree en la Resurrección no puede llamarse cristiano (por más que pueda ser un hombre admirador de Jesús o un hombre religioso o un hombre justo). Ser cristiano no pide nada más ni nada menos que esto: creer que Jesús de Nazaret, después de seguir su camino de anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios, para ser fiel a ello hasta el extremo aceptó el camino de la cruz con una fe, con un amor, con una esperanza total. Y que por ello Dios Padre le resucitó, es decir, le comunicó aquella plenitud de vida que Él había anunciado, constituyéndole así Señor -es decir, criterio y fuente de vida-, para todos los que creyeran en Él. Hagámonos otra pregunta: ¿Cómo los que creemos en Jesucristo resucitado, vivo, vivimos vinculados a su vida? Y la respuesta será: la consecuencia de nuestra fe en Cristo vivo es que nosotros creemos que su Espíritu -aquel Espíritu de Dios que dicen los evangelios que estaba en él- está en nosotros. El tiempo de Pascua debe significar para los cristianos un progreso en esta fe en el Espíritu Santo que penetra, ilumina, fortalece, nuestro camino. Porque es gracias a que este Espíritu está presente en mí, en ti, en cada uno de nosotros, por lo que yo, tú, todos nosotros, estamos injertados, vinculados con Jesucristo resucitado. El error de los cristianos muy a menudo es éste: nos las queremos arreglar solos, porque olvidamos que el Espíritu de Dios está en nosotros como estaba en los primeros cristianos. Repitámoslo: creer en la Resurrección de Jesucristo -esto que define nuestra fe- es lo mismo que creer que tenemos en nosotros su Espíritu. El camino no lo hacemos solos: el camino es el Espíritu quien lo hace en nosotros. Y si ésta es nuestra fe, ésta es también la causa de nuestra alegría. Por eso, la Pascua es tiempo de alegría, de fiesta, de abrirnos sin miedo a la vida de Dios. De ahí que, como hicimos anoche en la solemne Vigilia Pascual, habremos de renovar nuestro compromiso bautismal de lucha contra todo mal, de fe en el Padre que es amor, en el Hijo que es nuestro camino, en el Espíritu que está presente y vivo en nosotros.