Pesimistas de la UE
CONSTITUYE una gran paradoja el éxito de la Unión Europea y el pesimismo que aqueja a sus ciudadanos. Es algo difícil de explicar, porque incluso esos pesimistas admiten que la UE es un enorme triunfo por la paz duradera que ha generado entre sus miembros, por la integración económica y por los avances en el ámbito de los derechos humanos. Sin embargo, el pesimismo es una realidad y los europeos desconfían de sus propias instituciones y de su capacidad para construir y asegurar el futuro. Es la gran paradoja de nuestros días. Todos nos envidian menos nosotros mismos, que parecemos saciados -neciamente hastiados a veces- de nuestros propios logros. ¿Por qué hemos llegado a estos desamores e inapetencias? Sin duda porque hacemos mal las cuentas y no ponemos en valor lo que de verdad vale. Constituimos el espacio democrático más avanzado, con la economía más equilibrada y mejor repartida. Tenemos más credibilidad que nadie en la defensa de los derechos humanos y hemos tomado la delantera en la lucha contra el calentamiento global. ¿Qué nos falta? Lo de siempre: una unidad política capaz de materializar la realidad de un mundo multipolar con la UE ocupando con todo derecho y merecimiento uno de esos polos. La canciller alemana, Angela Merkel, y los candidatos a la presidencia francesa Nicholas Sarkozy y Sególène Royal también asumen estas carencias y hablan de soluciones a corto plazo. Lo cual parece abonar la esperanza de que pronto saldremos del atolladero ¿Por qué no se percibe esta esperanza? Porque en medio ha crecido la cizaña. Se desconfía del Reino Unido por su atlantismo y por ser sólo partidario de un espacio económico común. Se desconfía de Francia porque pudiera buscar sólo soluciones para sus problemas domésticos. Se desconfía de Alemania por su voluntad hegemónica en rediseño de la UE. Se desconfía de Polonia, siempre dispuesta a vetar las miradas hacia el Este... Sobre tantas desconfianzas crece un pesimismo que impide ver la realidad: que ha llegado la hora de construir una UE fuerte en beneficio de todos. Para lograrlo, basta con desembarazarse de tantos temores reductores. Tenemos la fuerza, sólo nos falta la convicción.