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DOMINGUITOS abrileños. Corren entre soles nubes como borreguillos aloriados o juntos de golpe en nubarrón meón. Abril de aguas cien; lo de mil, olvídalo; lo dice la Onu que encargó un estudio sobre el cambio climático que advierte que España está la primera en la cola ante la puerta del desierto. Noticias así dan miedo... y sed... mucha sed que tendrán nuestros nietos que aplacar bebiendo vasos de arena... ¡cómo, pues, no mirar a la cara a estas nubes alzando el morro para besar con boca abierta y lengua cada gota que nos caiga en el gañote!... Sin embargo, Mariguindi Villayandre -muy sensible ella en su edad y en estas estaciones donde unos florecen y otros se arrugan- odia estas lluvias caprichosas porque le piden ropa de frío cuando ya se había ella primavereado en algún cortinglé. Le malhumora la lluvia y le produce astenia, dice, pero su flojedad en ánimo y huesos es de psiquiatra. Abril, si viene ennubarrado, mejor junto al río, buscando la postura de la trucha y apostando por el pardón o la saltona para el lance de anzuelo. Y si no hubiere picada, que ya es norma, pues importa nada el fiasco. Hay más cosas que pescar. Si tu mirada es también caña, es increíble la cantidad de capturas que caen en la cesta: abril desabotona la arboleda y el bardal que escolta al río festoneándolo todo de verdes, toda la gama de verdes y brillos. Si lo vegetal no te interesa, que así es, fíjate en los pájaros o en los bichos. ¿Desde cuándo no ves carricerines en el Torío?... Pero hay más azulones... ¿Y serán más o serán menos los cormoranes esta vez?... ¡Eh, una huella de nutria!... Tampoco te interesan los bichos. Ya. Tú has ido al río a por pieza, carne de pescado... y a ostentar que eres el más eficaz cañero de la peña y de la horda que puebla las orillas vareando y vareando o folla el lecho vadeando y vadeando. Los de abril son domingos pascuales. Los pinta la primavera y la esperanza. Disfrútalos. Menos en Sama de Langreo. Allí no vayas. Casi se asfixian los langreanos porque ardió la cinta transportadora del pozo Maria Luisa, el de la canción donde mueren cuatro mineros, mirá, Maruxina , puta mina que ahora quiere matar a la moda matando también el aire... y a las viudas. Cabrón ese pozo, muy cabrón... y, como todos los pozos mineros, escondido y amparado en un nombre de mujer.