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Idénticos, pero no del todo

Los científicos estudian, perplejos, el primer ejemplo documentado de «semigemelos», dos niños franceses nacidos de un único óvulo y dos espermatozoides distintos

Publicado por
Sara Carreira - redacción
León

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Son un niño y una niña franceses, nacidos en el mis­mo parto y de muy pocos años de edad. Cualquiera que los vea en el parque o en el colegio no sabrá que su caso es una de las mayores curiosidades médicas en materia de fecundación. Los niños, cuyas identidades no han trascendido, conforman una nueva forma de embarazo gemelar: partieron del mismo óvulo pero de diferentes es­permatozoides y ambos son distintos entre sí. Se les ha denominado gemelos semii­dénticos o semigemelos. El caso se ha dado a conocer por casualidad. Los médicos descubrieron que la niña es hermafrodita, aunque se desa­rrolla como mujer, y por eso decidieron realizarle prue­bas metabólicas y genéticas. La madre no se había dado cuenta de esta circunstancia porque los críos crecen fuer­tes y sanos. El 100% de la madre Al hacerle los análisis (ver el despiece) descubrieron que los niños compartían el 100% de la información genética de la madre, es decir, salieron del mismo óvulo, pero sólo el 50% de la información pater­na, o sea, estaban implicados dos espermatozoides. El caso cayó en las manos de Mijail Golubovsky (Uni­versidad de Duke, Durham, Carolina del Norte), Vivien­ne Souter (Centro Médico del Buen Samaritano Banner, Phoenix, EE. UU.) y David Bonthron (Universidad de Leeds, Reino Unido). Y deci­dieron publicar sus conclusio­nes en la edición en Internet de la revista Nature. Los expertos no saben cómo han surgido estos gemelos, concebidos por medios naturales, pero ba­rajan dos posibilidades: que el óvulo se dividiese en su camino hacia el útero y que se convirtiese en dos células exactamente iguales fecunda­das por dos espermatoides; o que éstos entrasen en el óvulo a la vez. Paloma Ron, bióloga de la maternidad Belén de La Coru­ña, ha analizado el caso y le parece sorprendente, como al resto de la comunidad cien­tífica, por sus dos aspectos singulares: «Por una parte se trata de una fecundación anómala, que, como vemos en el laboratorio, no es difícil que se produzca (ocurre en el 1% de las concepciones), pero sí resulta rarísimo que salga adelante; estos embriones, llamados quimeras, suelen no ser viables ya de forma natu­ral; está claro que nosotros los rechazamos cuando hacemos fecundación in vitro». Naturaleza sabia De he­cho, se calcula que el 15% de los abortos espontáneos son de embriones con problemas en la fecundación: «La natu­raleza es sabia y elimina sus errores», apunta Ron. Pero además, el caso es do­blemente raro porque «los bebés son diferentes entre sí y teóricamente sanos, cuando se les ha mezclado los genes de dos espermatozoides y un óvulo». Paloma Ron dice que no se sorprendería tanto «si se tratase de dos hermafro­ditas o niños con la misma alteración genética». «Es un ejemplo más de lo mucho que nos queda por sa­ber en fecundación, a pesar del camino recorrido», opina Paloma Ron, ya que la mayor parte del proceso se supone. Muchas pruebas ? Para saber que los niños eran semigemelos, se hicie­ron muchas pruebas: com­probación de sus niveles de hidroprogesterona y tes­tosterona, ecografía pélvica y laparoscopia; más tarde llegaron los análisis citoge­néticos y de más de 6.000 marcadores de ADN. Los niños compartían el 100% de los alelos maternos y el 50% de los paternos en los fibroblastos de la piel. ¿Por qué quimeras? ? Los antiguos denominaban quimeras a unos animales con partes de cabra, león y serpiente. Los genetistas echaron mano del mito para explicar a un individuo cuyos genes provienen del cruce de dos o más cigotos. Idénticos por el FIV ? Aunque éste no es el caso, lo cierto es que las técnicas de fecundación artificial pro­vocan el nacimiento de ge­melos idénticos, aunque en raras ocasiones. Eso ocurre, dicen los expertos, cuando se realiza mal la técnica de Hatching. Ésta se usa para perforar la membrana pe­lúcida en el embrión con el fin de facilitar su implante en el útero; pero, si no se rea­liza en el tamaño adecuado, parte del material genético se puede escapar y producir otro bebé exactamente igual que también se implante en el útero.