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HAY CASAS que duelen o matan y no sólo en aquel viejo resabio popular de «Casa terminada, tumba abierta» que confirma la tribulación del pagano tras superar, si es que lo logra, penalidades constructoras, demoras inconcebibles, problemones, albañiles poco diestros y dineros demasiado zurdos que llevan a la ruina física o moral. No es el caso. Porque hay casas también enfermas que minan sutilmente la salud de quienes las habitan, desasosiegan o incomodan sin saberse nunca las razones exactas de que esto ocurra. Misterio. Los ingleses llevan tiempo estudiando oficialmente este fenómeno y hasta lo tienen definido, sick building lo llaman, edificio enfermo. Suele tratarse casi siempre de grandes edificios, moles de empresa y oficinas, instituciones y no necesariamente antiguos con sus muros impregnados de hectoplasma. Son edificios por lo común nuevos, atacados de toda modernez e inteligencia artificial, dotadísimos, acristaladísimos, casi siempre herméticos o aislados, sin ventanas convencionales, y equipados con climatizaciones y alardes mil. En Madrid hay ahora tres edificios donde suceden estas cosas y sus gentes padecen malestares, malas sensaciones, migrañas, desazón, jodedumbre y esas cosas que el técnico ha resumido en una definición, edificios con lipoatrofia que, entre otras cosas, han hecho perder masa muscular en las piernas, jodó. De terror parece este cuento que no lo es. Los médicos no se explican porque no hallan razones. Revisan y nada encuentran. Que busquen en la química de nuevos materiales, en la orientación atravesada de la construcción que rompe alineaciones magnéticas, en el subsuelo granítico que emite radón, en plásticos y poliésteres de moquetas, cortinas y decoraciones que van desprendiendo partículas y polvillo en suspensión que se activan con luz fluorescente creando eso que los ingleses llaman smog fotoquímico , imperceptible niebla que procesan nuestros pulmones, aunque se tiene por conquista saludable el haber prohibido fumar allí para que algún tonto piense que por ello se libró ya de la peste... que tiene dentro. Después, en casa o en el restaurante, comerá en platos limpísimos, pero con placa residual de detergente, mucho detergente, lavavajillas al coleto. ¿Cuánta mierda limpia comemos?... Ya, dijo el tonto, pero lo que no mata, engorda.

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