Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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EL JUICIO del 11-M avanza con total normalidad, y esta es una buena noticia. Menos normal parece la decisión de los políticos que han decidido convertirse en partidarios comentaristas de lo que acontece cada día. Y menos normal aún es que los dos diarios de mayor tirada de Madrid no coincidan nunca -ni por error- en un titular sobre el tema. De modo que se puede asegurar que el juicio avanza con normalidad, a pesar de las discrepancias partidistas y de los partidismos mediáticos. El resultado sigue siendo positivo, pero la reflexión se vuelve inexcusable a la vista de tanto esfuerzo por interpretar la cotidianeidad de la causa según más le convenga al intérprete político o mediático de turno. Es cierto que no está prohibido participar en ese carrusel opinativo, pero algunos debieran preguntarse qué credibilidad pueden obtener del intento descarado de llevar el agua a su molino, cuando el agua, por fortuna, sigue su curso natural, indiferente a tanta cháchara interesada. Es para meditar en ello con seriedad. Personalmente, creo que la ruidosa situación que rodea al juicio del 11-M no va a cambiar en el futuro. Es decir, va a continuar como está, si el ruido no se intensifica aún más. Porque en este endiablado juego de politizarlo todo parece que no se puede consentir ni una isla. «No toca», diría Pujol, y acertaría. Lo que toca ahora es la batalla de la interpretación y la desinformación. Y en ello están muchos, como aguerridos militantes de alguna verdad superior a la que emana del propio juicio. O sea, como combatientes de un juicio paralelo que se lleva a cabo fuera de los tribunales de justicia. Felizmente, ni todos los políticos ni todos los medios de comunicación están en esa peligrosa deriva. Felizmente, hay agencias de prensa, periódicos, radios y televisiones que no se han sumado a ese pulso manipulador. Felizmente, el juicio continúa como si nada estuviese ocurriendo fuera de la sala. El ruido nos confunde y perturba a veces, pero no cambia el curso de los hechos. Creo que es la mejor noticia que puede emanar de todo este baturrillo. Y hay que felicitarse por ello. Aunque, a la vez, haya que lamentar que tanto vocerío interesado encuentre espacio para sus excesos.

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