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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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YA SÉ QUE no todos van a estar de acuerdo conmigo, si digo que no todo lo que sucede en León, o en España o en el Universo, me interesa de una manera especial, no. Así como cada perro se lame sus llagas, las gentes, las buenas, las malas y las regulares, tienen sus quebrantos, sus penas y sus problemas. Y si digo que no me importan las procesiones de la Semana Santa, ni la guerra del Irak ni el envejecimiento de la población civil y militar ni el resultado de las pruebas armamentísticas de Irán, de Venezuela y del Camerún, estoy señalando algunas de las situaciones verdaderamente alarmantes que suenan en nuestras pesadillas como las campanas de la parroquia. Si a este cúmulo de supuestos añado que no me importan las elecciones que estamos preparando en España, para ver si de una vez acabamos por saber a qué atenernos, después del despegue de tan multitudinarias manifestaciones solicitando -supongo, atención y buenas costumbres- y se nos exponen los programas, programas, programas que puedan servir para acreditar a tantísimo aspirante como anda ahora entre bambalinas sin decir lo que piensa o pensando lo que debe decir; pues ni ese dato biográfico de la ciudad en la que vivo, ni la sublevación de los somalíes o el quebranto económico que estamos sufriendo, por si la bolsa sube o baja, nos importa hasta el punto de no querer saber nada ni del Real Madrid ni de la Cultural, ni del viaje del tal Bush por tierras mártires de la América del otro lado, ni de los discursos que se arrojan los unos a los otros para conseguir el voto del pacífico y puro elector de León, de San Andrés del Rabanedo, de Villaquilambre y otras zonas de irascibilidad política exacerbada; pues si nada de esto, ni de la famosa que haya de ser distinguida como la pechuga de oro me importa, verdad dígame usted -me replica la señora de cada día- qué coña es lo que de verdad le interesa, le importa, le compromete y le tiene en vilo. Y yo, le digo, en voz confidencial, sin levantar el tono, como el Pepiño socialista ni como el señor Rajoy, de la tierra de los gallegos ilustres, que lo que de verdad me importa es, por este orden: los míos, o sea la familia, la esposa, los hijos, los hermanos, primos y demás familia; y la ciudad en la que vivo, como, sueño y me dispongo a pasar los últimos días de mi vida; y el prójimo, o sea el vecino, y el precio de la vivienda, y el trato que se le debe a la mujer en términos generales. Porque cuando observo que un representante o responsable de algo, de los dineros o del poder, sube que sube que sube, mientras que el trabajador baja que baja que baja, sin que nadie aparezca dispuesto a solucionar este problema de vivir, se me sube la sangre a la cabeza, tiendo la manta en el suelo y como el andaluz moderno, voto y me jarto de dormir. Porque hay muchas cosas, demasiadas, en las cuales entregamos dineros, sacrificios, sangre y sudor, que no son sino una gran mentira, una solemnísima estafa¿

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