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AHORA que Ponferradio vuelve a ser foco de la nación radiofónica dorando el micrófono del reconocimiento, se me escapan recuerdos a empadronarse en estampas de niñez, en Ruiforco, vega toriana, concluyendo los cincuenta de alpargata y de tren con carbonilla en los ojos, nochecitas de verano en un pueblo recoleto donde había cuatro bombillas tuertas iluminando su poca calle y sólo un aparato de radio... y una presa reguerilla que cruzaba de cabo a rabo la localidad siseando oraciones mojadas al pasar bajo pontonas. En verano, entrada la noche, se arracimaba alguna gente junto a la ventana baja de la cocina del dueño de aquel receptor que gentilmente franqueaba los cuarterones para que se difundiera la magia hablada y musiquera de aquel aparatón de válbulas con trinos y violines de los sepúlvedas, machines, celiasgámez y piqueres. Se escuchaba con atención, alguno con ensimismamiento y otros con reproches a quien osaba interrumpir o comentar, ¡callarse, coño!... Y como en verano siempre había alguna interferencia o frituras que parasitaban la emisión, andaba el tío dueño moviendo la antena de la cosa, que era una espiral de alambre de cobre que se grapaba generalmente a dintel interior de la ventana... Matilde, Perico y Periquín entretenían, Boby Deglané se ponía en carrusel, la Conesa dramatizaba y... aquí llega el zorro, zorrito, para mayores y pequeñitos. La radio, entonces, rezaba el rosario por prescripción eclesiástica y dictaba, por prescripción gubernativa, un sólo informativo nacional, el parte, que en sus inicios se anunciaba con un cornetín de órdenes, que para eso esa parte cuartelero, y se seguían a continuación cabezadas ininterrumpidas a diestro... sólo a diestro; el siniestro no existía. Todas las emisoras, hasta que Franco expira, estaban obligadas a emitir los informativos de Radio Nacional, emisora que tras la guerra eligió como sintonía de su ámbito nacional, sindicalista y patriotero una melodía vasca, un paso de danza que había armonizado Jesús Guridi y que sigue siendo hoy la declaración musical que la identifica. ¿Y por qué esa música tan vasca, cuando el franquismo reprobaba o ninguneaba cualquier referencia o exaltación de lo vasco?... Esa melodía tan sugerente, tiene entraña y es patrimonio de la memoria tan identificativo de lo nuestro como el torosborne.