EL AULLIDO
Hoy en la Feria del Libro...
HAY PERSONAS QUE TIENEN RESPUESTAS. En este sentido fue Nietzsche quien acuñó dos conceptos, lo apolíneo y lo dionisíanico, como parámetros a través de los cuales se puede explicar y entender universalmente la cultura. Lo apolíneo es el orden, el canon, lo sistemático, lo luminoso, lo reflexionado; lo dionisiaco es el riesgo, lo original, lo biológico, lo innovadamente desordenado, lo surgido del torbellino de la intensidad¿ Ignacio Elguero, nombre de referencia en el panorama de la poesía hispánica más actual, acaba de publicar Materia, (Ed. Hiperión, VI Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez), libro de poemas en el que ahonda en su lado y nuestro lado más apolíneo al tiempo que, como siguiendo sin decirlo los pasos de María Zambrano, acorta la distancia entre la filosofía y la poesía. Apoyándose así en Lucrecio y en Rilke, en la trascendencia y la clarividencia, este poeta contemplativo ha escrito, desde aquí, un tratado sobre el más allá. Y es que, aunque este libro tiene el redondo y rotundo título de Materia, en realidad creemos que habla sobre el más allá de la materia. Por eso, mediante algunos poemas -casi fotografías verbales- surgidos a partir de la contemplación (por ejemplo «Materia II» y «De pensamiento»), otros que son anécdotas emocionales (el titulado «Vida», también «Deseo»¿) y otros que nacen desde una hermosa y casi oriental necesidad de síntesis («Selección Natural», «Placeres»¿) Ignacio Elguero ha construido un libro de poesía esencialmente depurada: son los versos desapresurados de quien, al observar en perspectiva la materia, adquiere un amplio sentido del tiempo. Sí, más allá de las actuales poéticas rompedoras e imaginativas de los hombres de acción -esas que vienen de la épica medieval y el Romanticismo, pasan por el surrealismo y llegan a nuestra poesía social-, he aquí esa otra poesía serena, metafísica y figurativamente lírica que sigue una línea que viene de Safo, Fray Luis de León, Machado y José Ángel Valente. Sí, he aquí el lado apolíneo de la mirada y la existencia. «Observo frente a mí/ un cuerpo hermoso./ Y digo hermoso/ porque es presencia, es dulce,/ es un árbol, un fruto;/ y dobla el horizonte,/ el límite, el contorno». Vale este ejemplo, extraído del poema titulado «Materia II» -el cual, como decíamos, bien puede entenderse como una fotografía verbal- para redescubrir en esta época de la superficialidad y las prisas los valores de la hondura y las perspicacia, y saber así que no es cierto que una imagen valga más que mil palabras. La poesía de Ignacio Elguero, rica en calma, matices y poder evocador, es también una educación visual capaz de incentivar la evolución de nuestra conciencia. «Observo el movimiento/ de ese cuerpo, sus pasos,/ la geometría de sus formas./ Intuyo la invisible/ fuerza desarrollada en cada paso,/ bebo el vocabulario de la escena./ Parece que la vida fuera eso:/ la belleza como expresión armónica». Pero la poesía de Elguero es original dentro de su propia propuesta, pues en este libro ya de madurez, como en el anterior titulado El Dormitorio Ajeno, la mirada contemplativa del poeta no está exenta de acción, sino que llega al éxtasis del tacto (el hermoso y a duras penas contenido poema «Caricia»; el titulado «Sensaciones», también «Deseo»¿). Al terminar de leer estas páginas a uno se le queda el alma con una ajena sensación de sosiego pues este libro, además de una aguda manera de mirar, nos contagia, en medio del vertiginoso frenesí que caracteriza nuestra época, de un ritmo más acorde con nuestros ciclos naturales y mentales. Esto es la poesía: no más lejos, más hondo.