CRÉMER CONTRA CRÉMER
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora
LO SIENTO, no lo puedo evitar, tal vez sea por mi condición, por mi naturaleza, por mi género y música. No lo sé, pero es curioso advertir que cada vez que suscita el calendario la conmemoración o recordación crítica de la mujer, sea esta trabajadora o doméstica, me viene a la memoria y a la sangre la convicción de que soy hombre. No hombre convencido y traducido al feminismo en marcha, sino de hombre-hombre, que ya lo dijo el filósofo: «Al hombre-hombre y al gato mis¿ Algunos confunden esta actitud, más bien cautelar, por la de enemigo en ambas, reconocido por su condición práctica de enemigo de la mujer ganadora, machista leninista. Y no. Radicalmente y con la mano puesta sobre las Tablas de la Ley de la Razón, no. Mi tendencia es más bien enamorado de la mujer, por su propio ser, por lo que es, nunca por lo que pueda parecer o pretender representar despojándose de ropa. No. La mujer, además de que mi madre, mi esposa y alguno de mis hijos fueron y son mujeres y madres, pienso que tienen razón cuando protestan por su situación de dominadas en un mundo, desde hace ya millones de años, en manos, no en razón sino en manos, de hombres, de varones, de personajes masculinos, más bien llamados a ser retirados de la circulación, cuando su sola presencia en el camino del progreso social es un inconveniente, un estorbo o una demostración de su incompatibilidad para ocupar dignamente el puesto para el cual son llamados y a veces hasta elegidos. La Mujer viene luchando, con notable éxito y espíritu, contra tantísimos obstáculos como se interponen en su camino. Y no son precisamente los hombres -les juro que no tengo nada que ver con la inconveniencia del hombre en el medio del camino de nuestra vida, que decía el Dante -no son los hombres, digo y repito, los enemigos naturales de la mujer sino todo lo contrario, salvo variaciones biológicas efectivamente contrarias, sino aquéllos que habiéndose apoderado de los mecanismos, de los recursos y del poder, utilizan el privilegio de ocupar el atril de directores de orquesta para imponer la más turbia sinfonía de la vida. La mujer intenta corregir el rumbo y lo hace o lo intenta utilizando precisamente los instrumentos de dominio que el hombre ha inventado y manejado. La mujer está saliendo de la sombra y se impone en la biografía general del mundo. En Madrid acaban de reunirse decenas o centenares de mujeres de todos los países para proclamar sus derechos, naturalmente respetando, pero sin vacilaciones o disciplinarismos domésticos, aquellos otros derechos que los hombres pretenden o pretendemos conservar hasta el fin de los mundos. Y no. Los derechos de la mujer deben ser análogos o paralelos a los derechos del hombre, si de verdad queremos que la paz reine en la tierra. El hombre no es enemigo de la mujer, sino su compañero para recorrer un trecho vital. O se ponen de acuerdo y la mujer empieza a respetar al hombre y viceversa o acabamos todos en el siquiátrico¿