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Los cultivos de colza, en fase de expansión, alcanzan el proceso de floración y aportan a vegas y páramos leoneses el tono amarillo que predomina ya en las llanuras centroeuropeas

Cultivo de colza en plena floración, en Los Oteros, con la vega del Esla de fondo

Cultivo de colza en plena floración, en Los Oteros, con la vega del Esla de fondo

Publicado por
L. Urdiales - redacción
León

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El desarrollo de la colza en el campo leonés tiene una parte del muestrario idílico que ofrecen las multinacionales que mercadean con la semilla destinada a producir bioenergía. Es la moda. El amarillo gana terreno entre la riqueza cromática campestre, aún dominada en primavera por el verde cereal a medio camino de la espiga. En Centroeuropa, en Francia, en los campos leoneses, se impone la tendencia -recién estrenada en León- de cultivar para generar gasóleo en vez de para producir alimentos. El nuevo tono, lejos de su fachada bucólica, dispone de una base de rentabilidad capaz de convencer al agricultor: la superficie bioenergética se multiplicó por diez esta campaña (un millar de hectáreas en León). El ensayo que practicó Ucogal para reintroducir en las tierras leonesas la colza, maldita en España desde que el fraude del aceite de hace tres décadas acabó con su demanda en el mercado, se torna ahora más ambicioso, animado también por una legislación favorable que se acompaña con la creación de cuatro contratos tipo para garantizar la relación mercantil entre agricultores e industria transformadora. La cotización de la colza se vincula a los precios internacionales del petróleo y alcanza precios próximos a las 38 pesetas por kilo, que el cultivador añade al incentivo de los 45 euros por hectárea que Europa destina a los cultivos bioenergéticos. La vertiente agrícola de la semilla oleaginosa que produce esta planta se apoya en las condiciones favorables que aporta como cultivo en rotación. Los manuales, que hasta ahora se referían a la colza como «planta de la familia de las crucíferas que se cultiva en todo el mundo para producir forrajes y aceite vegetal para consumo humano», añaden ya en las ediciones actualizadas el destino a la producción de biodiésel. Ahí entra la vertiente científica, contrastada por diversos ensayos industriales: sólo las propiedades del aceite de colza garantizan un combustible de calidad para los motores diésel. Se explica así la extensión del amarillo brillante por las vegas y páramos leoneses. La siembra se admite en secano y regadío, con diversos sistemas, aún en estudio, que tratan de alcanzar el límite máximo la rentabilidad para industriales y agricultores, implicados en el complejo bioenergético que Repsol y Acciona van a promover en Jabares de los Oteros. Todas las previsiones indican que el consumo energético para el transporte dependerá en pocos años en un 25% de la colza. Por eso se extiende la mancha amarilla entre los cultivos tradicionales.

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