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TODO el que recuerda... miente, dice la psiquiatría fina. Y todo el que pide perdón, también, dice el psiquiatra refinado. Así será, si así lo demuestran. Alguna razón tendrán, porque el perdón no es algo natural, no existe entre los millonísimos de seres y especies que dan cuerpo a las maravillas de la naturaleza. El perdón no es humano, sino facultad de los dioses... a los que el hombre -que les dio ser y rostro- pretende imitar fingiendo lo que no puede dar, ese perdonar total, ese archivar definitivamente la ofensa. El perdón puro, la absolución cierta, sólo los cielos pueden otorgarlo. Así reza e impera en todas las religiones inventadas y por inventar en las que no es casual que siempre suela establecerse una lista más grande de penas que de perdones, de castigos patibularios o infernales, más que de recompensas y glorias. Ibarreche ha pedido perdón, luego miente. Además, refiriéndose a las víctimas del terrorismo etarra, llamó a estas «fallecidos» , no ejecutados... o asesinados, si hubiera querido ajustar el concepto a lo que son las cosas y la muerte decretada. A muchas víctimas y algunos partidos les parece escandalosa esta perla fallecida y engarzada en su perdón, por no hablar de los excesivos años de tardanza en ensayar estas disculpas, estos perdones que son más formulismo y política que corazón y vergüenza. Dicen que para obtener el perdón verdadero de los cielos han de darse tres circunstancias: confesar el pecado reconociendo el delito, dolerse más que sinceramente de haberlo cometido... y prometer enmienda, cambiar, o sea, convertir y revertir los actos y gestos a la senda de la recta razón y la justicia. ¿Se dan los tres supuestos en la formulación de perdones expuesta por el lehendakari?... El perdón que ha pedido, ¿podrá otorgársele aun sin cumplimentar el formulario?... ¿Es perdón que pide en su nombre o en el de los dueños del pistolón y el bombazo sumarísimo?... Si el que pide perdón miente, quien lo da, también. Por eso ha de atenderse el gesto del presidente de los vascos y otorgarle el perdón rogado. Sin titubeos. Sabemos que la petición tiene mucho de hipocresía, de postura forzada o corrección política, pero si no se otorga, el odio y la deuda engordarán y aburrirán. La grandeza del perdón está en quien lo concede.