Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

Creado:

Actualizado:

TRAEN LOS papeles que este año van a presentarse a las municipales el doble de alcaldes independientes que la otra vez debido a los follones internos del PSOE y PP por un «quítate tú, que me pongo yo». La democracia es así y, a falta de listas abiertas, en las filas socialistas crecen esta primavera, como hongos, independientes de Villaquilambre y Garrafe de Torio o en las del PP en Cistierna o La Bañeza, sólo por citar cuatro ayuntamientos que se las traen para cuadrar mayorías en la Diputación. También empieza a salir estos días de su concha mucho caracol que va a lo verde: verdes con IU o por libre, leonesistas que mudan la piel culebreando entre la vieja UPL y el PAL ( Pelines And Lo que salga) y una miriada de gusanos anélidos por si sirven también de cebo natural en tiempos de repesca de votos, cuando el más insignificante concejal bisagra vale su peso en oro, como dicen los pescadores a río revuelto de las plumas de los gallos de La Cándana, que cae donde Cristo dio las tres voces, pero las truchas siguen picando. No faltan entre esta última tropa partidos como Izquierda Republicana, que cabe en un taxi, o la Falange, en una moto con sidecar, y cuyo programa se ignora, pero es lo que menos importa. De las antepenúltimas elecciones municipales uno recuerda que los republicanos no encontraban sastres para coser las banderas tricolores y que, cuando le preguntamos en una rueda de prensa del Hotel París al jefe de Falange por su programa de gobierno se limitó a constestar: «como no vamos a ganar, no tenemos pograma ». A un servidor le caen más simpáticos los independientes que los números uno locales de los grandes partidos. Si se lee el diccionario de la Real Academia, para ser independiente la primera condición es que previamente uno o los rivales dependan de alguien. Si no, sobrarían las palabras. Independientes del PSOE son, por ejemplo, los de Villaquilambre, porque antes dependían de lo que dependían, cuyo alcalde, Miguel Hidalgo, más conocido por el apodo de Negrín por sus orígenes paternos en Trobajo del Cerecedo, o por la parte del PP los de Cistierna y La Bañeza. En este último pueblo, que es el mío, no tienen nada que hacer contra el alcalde sociata Palazuelo, porque después de marear tanto la perdiz de derechas en las dos últimas legislaturas lo mejor es no perderse otra vez. Y lo mismo pasa en Astorga con Perandones, aunque a muchos el apelliso les rime con lo que usted ya supone y tóqueselos. En la provincia de León hay 212 municipios o alcaldías, casi dos mil puestos de concejales, otras tantas presidencias de juntas vecinales y, como mínimo, el triple de vocales. Sorprende por estas fechas la proliferación de listas electorales en una provincia donde apenas somos cuatro y el cabo en relación con el resto del país (el 1% de la población), lo que sólo tiene una explicación posible: todo el mundo quiere colocarse o colocar a las cuñadas en el ayuntamiento. Por lo demás y, vuelta al principio, a uno le caen bien los independientes y, más que nada, por lo chulo. Y porque algunos son de confianza. Va el PSOE o el PP y dice «quiero de alcalde a Pepe», a lo que decimos los demás después de la partida «el que vale es Manolo». Luego, como suele pasar, va el Manolín de independiente en concejo abierto y gana, pero, como perdemos un diputado en el Palacio de los Guzmanes, se jodieron los accesos al pueblo, con perdón porque no hay subvenciones, y en la Junta ni caso. La última vez que votamos nos puso el tabernero en el videoclub del pueblo, entre chupito y chupito, el conocido rollo peliculero de Braveheart, en escocés «corazón caliente», que acabó como acabó a las tantas. No obstante, lo de aquí comparado con el País Vasco es miseria. Anda el fiscal general del Estado, que es como el alguacil de mi pueblo, pero a lo bestia, preguntándose quién se presenta por Batasuna, que, si es por la audoteterminación, tiene doscientas listas independientes, la última Acción Nacionalista Vasca, independentista a tope como su propio nombre indica, etcétera, y no encuentra ningún nombre que le suene. Se ve que es de piso y no de pueblo, como decía el secretario de la Diputación Provincial. Preguntando por ahí donde quedaba Batasuna le topó un tal Otegui -no lo topó él, ojo- y por más señas le dijo «soy yo ¿Pasa algo?». Total que también se presenta como independiente, si bien con difícil encaje en el mapa. Allá cuando la transición el vallisoletano Miguel Delibes describió la joven democracia en una España que todavía tenía mucho de rústica con la novela El disputado voto del señor Cayo , el único paisano de un pueblo solitario que vivía tan tranquilo en Castilla hasta que no menos de seis partidos fueron a pedirle el voto, porque no había otro. Era el último independiente.

tracking