Diario de León

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CUANDO en los años setenta se reinventaba en estos solares un leonesismo de banderita, escozor y nada más -por allí andaba el menda arrimando su aguijada por proteger peculiaridad y señas propias- los socialistas de esta provincianía tan provinciana eran totalmente refractarios a cada propuesta que se les hacía en este sentido (tenían ya el ronzal atado a la tolva del pienso fino que se montó en Valladolid) y nos llamaban retrógrados y tributarios de los arcaicos caciquismos provincianos que buscaban una reducción autonómica para mandar mejor en su finca. Hoy, treinta años después, aquellos mismos sociatas que nos llamaban retrógrados con marchamo de insulto, han descubierto las peculiaridades, el viejo reino, el alma fósil de doña Urraca y hasta el pijo en formol de Suero de Quiñones. Se plantan ante la leonesidad, pillan leonesismos por el rabo y, muy leonesamente, se han puesto a ordeñar al león rampante del escudo (eso, queridos, no es ordeñar, sino hacerle pajas) para pillar cacho o mangar voto a los cien leonesismos que comparecen a elecciones y erecciones desbartándoles las cábalas. ¡Treinta años después!... ¿Es que, como san pablos conversos, se cayeron del burro a la entrada de un puente del castro que creyeron Damasco?... ¿Qué revelación divina o laica les orientó hacia el camino de la conversión?... Causa notable admiración que una fuerza política en la que aún late o se ostenta un viejo republicanismo o un socialismo intelectual que contesta incluso la legitimidad de la actual corona, se alce aquí en paladín defensor y exaltador del viejo Reino de León que ahora anda en centenarios. Viva el reino... ¡Manda cetros!... Exaltar, resucitar y celebrar aquellas monarquías medievales cazurras con su feudalismo absolutista y fachorro se estima, cuando menos, como una memez majadera, sospechosa y de antología. ¿Es que no encontraron cosa mejor para excitar el orgullo de la ciudadanía patriotera? ¿Hay que acudir tan desesperadamente incluso a las trincheras de la historia lejana para desenterrar de ellas la baratija, el ropón, el oropel y la mentira historiadora con la que vestirse de «distintos»? ¿Tienen el futuro tan romo de ideas, que las buscan en los tiempos del pudridero?... Quizá sólo busquen una fiesta con mercadillo para revestirse de condes.

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