CRÉMER CONTRA CRÉMER
Las madres carmelitas y las termitas
MIS ADMIRADAS Hermanitas Descalzas, antes en Grajal de Campos y hoy, en estos momentos en los que les recuerdo, no se conoce si en Toledo o en ruta hacia Roma, huyendo de las termitas. En León se las recuerda con cariño y las gentes creyencieras, pacíficas y devotas rezaban a los santos que se guardaban en el convento leonés, no por otra razón sino por la de facilitar el camino al paraíso a sus devotos y la gloria que las monjitas alcanzarían -seguro- por cada una de las almas que se salvarán por su intercesión y cuidados. El convento de las Carmelitas Descalzas de Grajal contaba con un Cristo Yacente que rompía los corazones, con una inmaculada hacia la que se dirigían todas las demandas de las muchachas en flor de la geografía campesina y de una imagen del Padre José, Santo, Santo, Santo, padre de Dios, formando la triada más conmovedora de la cristiandad leonesa. Y las monjitas a su santa sombra eran felices y se estaban ganando a pulso la gloria. Pero también en los conventillos de monjitas solícitas penetra el mal, porque el Diablo enredador no para un momento, y convencido de que aquellas mujeronas de hábito y rosario le estaban cerrando el paso, concibió la idea más endemoniada que darse puede: Puesto de acuerdo con Luzbel, que es, pues como el Ortega y Gasset de los saberes infernales, concibieron la idea de romper la tranquilidad sagrada del templo de Grajal de Campos, y no se les ocurrió otro desmán que el de instalar en el conventillo monacal una generación de termitas. Como todo el mundo cristiano sabe la termita es un gusano roedor que no se cansa de destruir. Así es que así que los demonios consiguieron establecer en el conventillo de Grajal un termitero, se echaron a temblar las dóciles e indefensas monjitas y no se les ocurrió otra forma de luchar contra la invasión que abandonó el Convento, el pueblo de Grajal y los cristianos de su cuidado. Y, claro es, los cristianos grajaleros se irritaron. No porque las monjitas prefieran Toledo a Grajal, que eso va en gustos, ni por que una colección de termitas es tan peligrosa como un terremoto por ejemplo, sino porque las asustadas monjitas se llevaron en su huida a la tierra prometida, el Cristo Yacente, la Inmaculada y el San José. O sea que dejaron al pueblo sin santo al cual encomendarse. ¡Y eso, no! Porque los santos cumplían una función grata a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo; por que los santos son suyos, del pueblo y porque si las monjitas pierden los faldones de miedo a las termitas, ya nos dirán ustedes la labor misionera que estas siervas de Dios podrían hacer en Zambia o en Mali, con sus culebras, sus leopardos y sus leones. Si las monjas tienen miedo a las termitas, que lo dejen y se dediquen a otra cosa. Por ejemplo a formar un grupo de música folk o curra, pero dejando en manos de los fieles cristianos de Grajal lo que es suyo¿ ¡Leche, con las monjitas!