Diario de León
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CARLOS G. REIGOSA
León

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HE SEGUIDO con interés una larga entrevista televisada con Magdalena Álvarez, ministra de Fomento. He compartido su entusiasmo por el hecho de que en 2010 seremos el primer país del mundo en kilómetros de alta velocidad. Y me he sumido en la perplejidad cuando, para afirmarlo, ni siquiera tuvo que mencionar el AVE Madrid-Galicia, que parece domiciliado en el desván de los proyectos de incierta terminación. Recuerdo que, según los compromisos populares esta línea del AVE debería estar terminada en 2008. Es evidente que esta fecha ha desaparecido del horizonte, sustituida por otra casi igualmente improbable que lo demora al 2010. Los expertos ni siquiera toman en consideración esta segunda fecha y hablan con naturalidad de casi diez años más tarde (hacia el 2020), es decir un decenio después de que España haya alcanzado el primer puesto entre los países que disfrutan del AVE. Por todo esto, no acabo de comprender el miedo a que el cambio de trazado en las minas de Serrabal retrase el proyecto. Por el contrario, creo que ese cambio será de gran ayuda para explicar un retraso que, al parecer, se va a producir de todos modos. Comprendo la preocupación del presidente de la Xunta de Galicia. Seguro que si estuviese sentado a mi lado escuchando las palabras de la ministra y compartiendo su justo entusiasmo por la primacía internacional de España en la alta velocidad, se sobresaltaría -como me pasó a mí- al constatar la inexistencia de una comunidad llamada Galicia en el momento en que se alcance tan alto rango. En otras palabras, se le pasaría por la cabeza -como se me pasó a mí- el nuevo relegamiento de dicha comunidad en la modernización y vertebración general del Estado. Si yo fuese un político estaría condenado a inventar mil excusas o mil condenas por semejante agravio. Pero como no es este el caso, me puedo permitir el lujo de ser razonable, no culpar a ningún dirigente gallego, e instar a las fuerzas políticas a coordinarse y ejercer la presión suficiente -con el presidente de la Xunta a la cabeza- para evitar un nuevo atropello. Y la ministra de Fomento no debería mostrarse tan feliz mientras la comunidad gallega siga siendo víctima de marginación en la alta velocidad.

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