Y tú, qué pintas en el mundo

Se le ve más que al resto. Es más alto. Casi una cabeza por encima de sus compañeros. Pero es la única diferencia significativa entre Sergio Ramón Ferrari Díaz, inmigrante dominicano, y el resto de gente de su clase. Un grupo de chicos que estudian 1º de ESO en el instituto Lancia, que un día se sentaron y acordaron hacer un mural para que todo el mundo sepa lo que ellos quieren pintar en el mundo. En dos mitades, dividieron el globo terrácleo: en la zona alta, los ricos, con colores vivos en el diseño; en la parte baja, los pobres, con tonos apagados par dar forma a la escasez de recursos; y con firmeza trazaron una mano que se tiende desde el hemisferio superior para acoger a los más desfavorecidos, que ofrecen sus tradiciones y cultura en intercambio. «Todos escapamos de la pobreza», se puede leer. La obra ha servido para al grupo se le reconozca con el primer premio del concurso organizado por el Ayuntamiento bajo el lema «Pintamos mucho en el mundo», en el que han participado 5 centros, con once obras como resultado y casi 300 escolares sumados en el esfuerzo. Aunque, en realidad, el galardón va mucho más allá de un papel o un viaje a La Coruña a finales de mes. Llega hasta el límite que algunos nunca son capaces de pasar, donde todos son iguales y Sergio es «negro», no «un negro». «Hay un grupo a veces por el barrio que me persigue y un día hasta me empujaron. Son skins, neonazis de esos, pero mis amigos me defienden», relata el joven dominicano de 14 años, que llegó a León hace tres, un poco después que su madre, que trabajó para volver a la República Dominicana a buscarlo y que hoy tenga una educación en un país con posibilidades. «Allí, iba a clase cuando quería», sonríe. No le importa que en España tenga que ir todos los días al instituto. Le gusta esto, porque «aquí hay más coches, más gente y más posibilidades». No quiere ir a su país «más que de vacaciones», aunque su madre, cuando se porta mal, le avisa de que le va «a mandar allí un tiempo». «Estoy a gusto», concede, mientras se estira la camiseta de los Utah Jazz, habla de que le gusta el baloncesto y anuncia que, cuando se le cure la rodilla, se va a apuntar a un equipo. «Son unos ciudadanos a los que les debemos respeto, tolerancia y solidaridad», acaba de recordarles la concejala de Bienestar Social, Ana Guada, quien asienta que tiene su derecho a «vivir como leoneses». Sergio vuelve al grupo. Uno más de la panda. Veintitantos escolares. Si no se les olvida pintar, les espera el futuro.