Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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UNA VEZ cada cuatro años los alcaldes se ponen marchosos, algunos incluso cachondos. Pasan de pasar de ti y de no recibirte en el despacho, con talante autista total, a invitar a todo el mundo, barra libre, en la taberna del pueblo, besan en la calle a los niños y hasta a los periodistas -somos como críos- y, cuando te mentan al padre o a la madre, lo hacen como en Versalles interesándose por su salud y deseando que mejore. No son las hormonas ni la primavera, que la sangre altera, sino las elecciones municipales, que también caen por mayo. Este año, además, les ha dado por hacerlo a bombo y platillo. En León, por ejemplo, Amilivia ha sacado un pasodoble de campaña que se llama algo así como «Mario, eres el más grande» y el candidato leonesista De Francisco un chachachá con música de «Maria Cristina me quiere gobernar», aunque el que aspira a no apearse del gobierno sea él y por eso le sigue la corriente a cualquiera. En eso no exagera. Hace sólo dos días que empezó la campaña de las municipales y debe reconocerse que, por lo menos, es amena. Musicalmente hablando uno piensa que este tipo de coplas tienen menos futuro que la Pantoja en el «caso Malaya» y que su porvenir es escaso en la operación triunfo del 27-M. En cuanto a la calidad, servidor comparte con Napoleón que, en tocante a matar moscas y otros insectos rivales a cañonazos, la música es el menos molesto de los ruidos. A la clase política, que mayor mente toca de oído, le sobran asesores de imagen y le faltan críticos musicales. Amilivia, con su pasodoble para no cortarse la coleta, y De Francisco, con sus maracas que nos tienen hasta el moño, porque por delante son cuatro Pelines y pare usted de contar, probablemente estén creando escuela, como los Del Río con la Macarena del gringo Clinton cuando intentaba desagraviar a Hilary porque se meneaba el doble, con perdón, con una becaria de veinte que con la señora de cuarenta y tantos. Y, como se iba diciendo, se ofrece asesoramiento gratuito a los candidatos que aún no tienen himno propio. Se nos antojan unos cuantos. A los tránsfugas, por ejemplo, les pega la yenka y su conocido estribillo de «izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos tres», o las veces que haga falta. Para aspirantes del PP frustrados en acceder a la Diputación el conocido tango «Lo han visto con otra», de nombre Isabelita, pero no la Perona. Para Francisco Fernández, ex alcalde de León que no acaba de asentarse una canción protesta sobre el Inteco y otros incumplimientos de Zapatero. Ahora tendrá que bailar, como mucho, «Paquito, el chocolatero», hey, macho, hey. Y, en fin, en el municipio donde vivo ahora, que es Santovenia de la Valdoncina, tenemos un candidato muy aparente, buen amigo, de metro noventa y tantos y que responde al nombre de Raoult Jhonson Thomas, que no es del pueblo, pero para mí como si lo fuera, sino un negrazo de Togo, que cae un pelín más abajo de Canarias, según se escupe en la patera a la izquierda. Lleva ocho años repitiendo de concejal y es lo que yo le dije el otro día: «Chaval, lo tuyo es Georgie Dawn ¿Qué será lo que tiene el negro?». Como es doctor en bioquímica por la universidad de Marsella tardé un tanto en que aprendiera la lección, hasta que, por fín, oyó la copla de moda de los otros rústicos vecinos, todos indígenas del lugar donde fuimos a parar Jhonson y yo: «Tengo un tractor amarillo». Concluimos ambos que no hay color. Por lo demás, todos estos mayos y folclores se podrían mejorar, pasado el día 27, con rondas a lo Manolo Escobar para los candidatos que hayan salido malparados, como aquella de «mi escaño me lo robaron/anoche cuando dormía». O la del presidente de la Junta a Isabel Carrasco en el asunto de las ajustadas listas para la Diputación: «no me gusta que a los toros/te pongas la minifalda». Si servidor fuera presidente de la Junta Electoral, lo primero que haría sería poner un cartel en la Audiencia como los taberneros de Boñar cuando llegan los asturianos: «Se prohibe cantar, aunque sea bien». La musiquilla electoral, como la raspa, la inventó Facundo con el farol hace la tira de tiempo. Lo que pasa es que se pone de moda cada equis años, como las americanas cheviot en El Corte Inglés, que, bien miradas, o son las mismas o nosotros nos hacemos viejos. Divagando un tanto el otro día sobre éstas y otras cuestiones con el alcalde de Valverde de La Virgen, otro que tal baila, me sacó de dudas. «¿Sabes lo del Cristo de Benavides», dijo, «cuando lo procesionaron por septiembre? Pues a uno de los que llevaban las andas le picó una avispa donde ya sabes y empezó a sar saltos, así que el director de la banda de música, le dijo a la filarmónica: «Chicos, va un mambo, que lo pide el Cristo». Ay, Macarena.

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