Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Tiempos de pasión

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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PÓM, PORROMPÓN, PÓM. Suenan los tambores de Calanda a ceremonial final. Esto se acaba. Se apagan los velorios, se desentienden los faroles, las flores se rinden. Y las mujeres del luto se apresuran a regresar a sus cuarteles de invierno. La Semana Santa ha de darse por concluida. Los trepidantes automóviles, regresan -los que regresan- a sus bases. Y en algún lugar de la carretera peninsular, quedan clavados como cruces de calvario, las víctimas de la abrumadora circulación. Quedan, aún, en pleno camino del auténtico calvario humano, la guardia civil caminera, vigilante y temerosa. Algún despavorido, ya en el último trance de su esquizofrenia, lanza su torpedo de metal sobre otra sombra apresurada. Del encuentro quedan postrados en el camino hierros y sangre. Y silencio. El silencio de la última víctima. Como estrambote de este ceremonial hispánico y universal resucita la voz de la campana. Y la muchedumbre vuelve a su trabajo, a su afán, a sus temores y vacilaciones. La Semana Santa ha apagado sus luces. A partir de este momento y ya hasta después de mayo, todo o casi todo vuelve a su ritmo, a su encaje, a su gesto. Porque para esa fecha anunciada de mayo deberá haberse cumplido el ceremonial también de Pasión, de las elecciones para la elección de aquellos que habrán de asumir la responsabilidad del gobierno real y decisivo de la tribu. Y hasta entonces, como en el camino hasta el centro procesional, todos los responsables y sus deudos y amigos, se dedicarán al ministerio de gobernar, de convencer, de obligar incluso si a mano viene a los ciudadanos a elegir, a decidir, de entre los propuestos (nunca se sabe exactamente por quién), aquellos de los cuales dependerán las vidas reales de miles de peregrinos de la verdad, los electores, asomados a las barandas taurinas de su calla, de su ciudad, de su destino. Decidido el silencio del Cristo muerto, se impone el redoble estentóreo de los candidatos, que en vano intentan disfrazar su vocabulario y contener sus gestos: es el tiempo en el cual, de una forma o de otra nos jugamos la piel y el páncreas. Ya no hay silencios que valgan, ni palabra redentora de injusticias: serán alcaldes o presidentes o diputados o concejales, no aquellos que mejores condiciones ofrezcan para su acción eficaz y provechosa, sino al que hayan conseguido conmover con halagos, lisonjas, mimos y regalos, un puesto, un cargo por el amor de Dios. No se sabe de ninguno de los candidatos ya de conocimiento público, que no hay jugado con angustia esta partida de candidato, pero sí se sabe, con nombres y apellidos, todos aquellos que a la sombra de la ley establecida, no hayan elevado sus plegarias al santo de su devoción, para tener derecho legal a servir a Dios y a la patria, por un precio módico. Ya en el andén, del tren que nos ha de acercar al cargo, deseamos de todo corazón a los candidatos, sean las que fueren sus preferencias, suerte, vista y al toro.

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