La toxicidad de los nuevos medicamentos y cosméticos se analizará a nivel molecular
Una nueva tecnología para analizar el efecto de los medicamentos permitirá que las empresas farmacéuticas puedan probar la seguridad de sus nuevos productos mucho más rápida y eficazmente para lanzarlos cuanto antes al mercado. Esto es lo que afirma John Hutchinson, especialista en este tema quien afirma en un informe que, además, la industria ya no tendrá que depender tanto del uso de animales para las pruebas clínicas. Las cifras de que disponemos nos dicen que un nuevo medicamento tarda entre 10 y 15 años en salir al mercado, con un coste medio de 650 millones de euros. Este desarrollo, lento y arriesgado, se debe a la necesidad de realizar rigurosas pruebas que demuestren que los efectos secundarios de los medicamentos no sean perjudiciales para los pacientes. Según Hutchinson, un inconveniente de esta situación es el importante descenso en el número de nuevos tratamientos que han aparecido en el mercado en los últimos años, a pesar de la fuerte inversión en investigación y desarrollo que realizan las compañías farmacéuticas. La detección de la toxicidad en una fase avanzada de la investigación es una de las principales razones de que hayan aparecido muchos menos medicamentos. «Aunque nuestro descubrimiento consiguiera sólo pequeñas mejoras en este aspecto, las empresas farmacéuticas podrían ahorrar unos 200 millones de euros en el desarrollo de cada medicamento y reducir sensiblemente los plazos de lanzamiento», dice Wills. «Tomemos por ejemplo la predicción de la toxicidad hepática, que es el objeto de nuestro primer producto. Hoy día, esta toxicidad es la primera causa de fallos en la consecución de nuevos medicamentos. La sensibilidad de los animales es de sólo el 50 al 80 por 100 pero ahora, combinando los cultivos de células humanas con avanzados programas informáticos, podemos analizar con gran exactitud cuál es la reacción de los genes a esa toxicidad», añade. No sólo es la industria farmacéutica la que se podría beneficiar de esta tecnología, sino las de cosmética y agroquímica, que deben conocer también la posible toxicidad secundaria de sus productos. Ambos sectores están sometidos a normas severas. Por ejemplo, una directiva de la UE prohíbe que, a partir de 2013, las fábricas de productos de cosmética e higiene personal puedan hacer pruebas de toxicidad con animales, tanto si hay otros métodos alternativos como si no los hay. Y la industria agroquímica de la UE debe cumplir el llamado «programa Reach», que obliga a evaluar la toxicidad para las personas y los animales de unos 30.000 productos de uso habitual.