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CRÉMER CONTRA CRÉMER

¡Váyase, señor fulano!

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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TODAVÍA NO SE HA PRODUCIDO el fenómeno del relevo y ya han aparecido los primeros signos de inestabilidad, de comparación, de rivalidad y de penitencia. Cuando todavía no se sabe si al fin, seguirá Don Carlos López Riesco dirigiendo la orquestina municipal de la capital del Bierzo, a pesar de sus probados aciertos, una voz oscura ha puesto ya en circulación la frase, el término, la advertencia más siniestra en tiempos de elecciones: «¡Váyase, señor Riesco!». Y Don Carlos escucha la voz y se siente como asombrado porque todavía, digo, no se sabe si será niño o niña. Con el pleito de la Excelentísima Diputación Provincial de Don Javier, parece que no han sido necesarias poner en circulación voces de urgencia, porque ya se han puesto en desacuerdo los protagonistas: Entre doña Isabel Carrasco y don Javier no se ha producido ningún contratiempo, ni una voz apremiando la desaparición del mapa: doña Isabel, llamó a concilio a su rival y le comunicó, segura de lo que decía y de acuerdo con lo que el partido decidiera, que para segunda de lista estaba ella, aunque algunos entendieran que para lista era primera, e insistió la doña, la presidencia de la Diputación era de ella o no era de nadie. Y Don Javier, fiel a su norma de no levantar polvo ni para correr los cien metros lisos, se acomodó a lo que doña Isabel anunciaba y prestó una atención cortés a las promesas que se le hacían para ocupar alguno de los puestos que quedaban vacíos en el juego electoral: tal vez su vuelta al Valladolid de su función de Cultura, o quién sabe¿ Si de mi genio dependiera le recomendaría que solicitara una excedencia política, hasta ver cómo funcionaba el nuevo mecanismo. El equívoco o exabrupto que tanto éxito tuvo en los tiempos felices de Felipe el Ah Derraman del andaluz electoral, se ha incorporado al censo de palabras raras, no por lo inusual, sino precisamente por todo lo contrario. El chico de la clase de Matemáticas del colegio del chico de mi vecino me informa que su grupo, ya ha tomado la decisión de solicitar a grito pelado la dimisión de su profesor, no porque sea incompetente, que no lo es, sino porque está obstinado en que sus alumnos lleguen a saber matemáticas por ejemplo, que dos y tres son cinco. Y está previsto que en la hora culminante de la clase, precisamente el incomparable hijo de la mi vecina será el encargado de levantarse y a viva voz apostrofar al profesor: «¡Váyase profesor!». Ni siquiera respetarán el término de señor, para acorralar a quien si le acosa es por su bien y mejor conocimiento. Durante estos días que nos quedan hasta la fecha de mayo en que definitivamente serán conocidos los nombres de quienes habrán de regir nuestra educación y gobierno, sin que a pocos se les ocurra la idea de establecer el carné por puntos, con derecho a contar por los dedos. Claro es que cabría una respuesta aún más grosera: «¡Id a la puñetera mierda!»¿