CRÉMER CONTRA CRÉMER
Terrorismo, inmigración y hambre
NI ME DIGA USTED, señor o señora mía, que el hambre ha sido eliminado de nuestro diario y que no es prudente siquiera mencionar su fantasma. Porque el hambre, las hambres existen. Y si efectivamente se le plantea al mundo el problema grave, gravísimo, del terrorismo o de la inmigración, por no citar la guerra, ni la corrupción, que son efectivamente las rémoras, o sea los peces que se nutren de los residuos de los peces-tigres, es por no cubrir las páginas de nuestro dietario de fechas temerosas. El terrorismo y la inmigración concretamente se producen porque el ser humano arrastra sus hambres sin encontrar una mano piadosa o eficaz que encuentre remedio al mal. Y los seres hambreados, que son millones, rompen sus ligaduras tradicionales, familiares y buscan fuera lo que en su país no encuentran. Lo que los inmigrantes pretenden, suplican y exigen es el pan de cada día prometido por todas las doctrinas y si al llegar una fecha marcada, el hombre del hambre se echa a la calle con pancartas y sin ellas solicitando pan y justicia, es porque carece de lo indispensable y porque en su alrededor confirma la existencia de una clase social que rompe todos los preceptos, doctrinas y acuerdos y se instala entre los hombres super sumergidos en la hartura. Frente a jubilados y peregrinos del hambre se exhiben incluso gentes afortunadas que han conseguido situarse entre los elegidos y obtienen por su trabajo, función, o servicio cifras fabulosas. Y ni siquiera estos privilegiados -que yo no digo que sean seres al margen de la ley- se quieren dar cuenta de que obtener de la sociedad de los míseros una compensación económica desmedida, es, en una sociedad de hambrientos no ya un pecado mortal, sino un delito que el Código Penal debiera inscribir en sus textos. Se habla o se habla en un ejercicio convertido en espectáculo de masas de viudas bíblicas que sobreviven con apenas trescientos euros, unas cincuenta mil pesetas de las de verdad, con las cuales han de hacer frente, no solamente a sus demandas sustanciales y obligadas sino, incluso, de su escaso peculio han de derivar cantidades que en cierto modo sirven para el mantenimiento de las exigencias de los ricos hasta la hartura¿ Esto es un modo desalmado de entender la justicia, la solidaridad, el espíritu cristiano y la democracia. ¡Y viva Pérez de Guzmán! Esto es sencillamente la composición de una sociedad que está exigiendo renovación en profundidad, precisamente para extirpar los verdaderos males de nuestro tiempo: El Terrorismo, la Inmigración, la Guerra y la Desesperación de los que hambre de pan y de justicia¿ ¡Y uno no acaba de entender cómo se puede sostener este sistema, sin que se produzca el diluvio universal!