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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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A MEDIDA QUE se acerca la fecha del 27 de mayo, que es cuando a los señores y señoras electores les corresponde acercarse a las urnas para depositar su voto, se incrementa el núcleo y la variedad de candidatos independientes. Del género de independientes se ha escrito algún que otro tratado verdaderamente importante y necesario. Es obligado, antes de promover un nuevo partido político, saber en qué debe consistir lo del independentismo de los afiliados, así como es imprescindible, para saber a qué partido quedarse, entender la entraña de lo independiente para vivir. En principio, todos somos o pretendemos ser todo lo independientes que nos permiten, y frente a los llamados «partidos turnantes» se mueven los partidos emergentes, o sea, aquelllos aficionados al ejercicio de la política que, no habiendo conseguido un puesto -«el puesto que tienen allí»-, buscan y encuentran el entendimiento suficiente con otros de su misma dramática pretensión de hacer y de vivir la política y deciden componer un «partido independiente», o sea, un contrincante, un rival, un contrario para cualquiera de los tradicionales ya implantados. Nadie, y menos que nadie quien dedica su tiempo y su vocación a la comunicación desluce o rebaja la condición del independiente, que no es sino un pretendiente como los demás pero con menos posibilidad de triunfar, en la medida que se había supuesto en sueños. En la antigüedad, cuando la democracia clásica ejercía verdadera influencia en la vida de la sociedad, el independiente era un ser de muy escasa calidad y de apreciación más bien baja, sencillamente porque lo que la democracia propone no es inhibirse de la preocupación social común, sino todo lo contrario: el ciudadano está obligado o debiera estar obligado, en razón de su condición de miembro de una sociedad activa y solidaria, a no ser independiente. El ciudadano estaba obligado a votar, a elegir, a seleccionar de entre sus vecinos al que según su leal parecer y entender, reúna las mejores condiciones para ocupar la silla curul de los significados, de los responsables, de los importantes. Los independientes que se empeñaban en abstenerse, eran multados. Lo perverso del juego de los partidos en su actual disgregación en pequeños reinos de taifas, con caudillos de segunda y aun de tercera división, es que no se ha encontrado la fórmula para que los verdaderamente independientes políticos tengan acogida y uso debido en los correspondientes grupos para evitar el nomadismo de los que se apuntan a todas las guerrillas. El independiente ha de ser absoluto, libre, autónomo, árbitro, neutral, imparcial, emancipado, soberano, dueño y señor de sus actos¿ ¿Se puede ser independiente, dentro de los actuales esquemas en que se mueve la actual política española?... A mí me parece que nos falta un hervor.