Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El pantojazo

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SE ME CRUZAN los cables y se me agota el agua de la cisterna. No sé que decir del novelón por entregas en que se ha convertido Marbella y sus visitantes. Se declara el estado de emergencia, convencidos ya los unos, los otros y los de más allá que lo de Malaya no hay quien lo mejore. En esta tierra benditísima el que llega triunfa, como la cerveza, y el que no visita la cárcel es porque no puede. Nombres ya tan emblemáticos como los de Muñoz el ex camarero de barra y mesa -meseteros les dicen en Cuba-, Muñoz, Yagüe, Marcos, y su corte de los milagros han alcanzado niveles de mangancia adinerada que no se la salta un gitano. Alguno de estos piratas del Mediterráneo, consiguieron disponer de palacios que para sí quisieran los emires de la Arabia saudita y se produjeron señoras que transportaban dineros como para montar un ferrocarril de grandísima velocidad en bolsas de plástico de la compra del pan, de la leche y de los huevos. Miles de millones se emplearon por hábiles y activos manipuladores del suelo, del cielo y del mar y la gran Andalucía se vio ocupada como cuando los benimerines cayeron por la España de los reinos de Taifas. Y en el centro áureo de este reino de mercaderes y embaucadores surgió, como está preescrito, una mujer. Una mujer de España, o sea, una petenera, una cantora, una reina de la canción, porque en la España que todavía conservamos, gracias a Dios, no puede faltar ni el torero, ni la bailona, capaz de enamorar al Rajá de Kapurtala por ejemplo. Y aquí, ahora mismo, tenemos a doña Isabel. No la de Fernando, el Rey Católico, sino la Pantoja, creadora de una época en la cual se da todo, hasta el diluvio universal. Pues la tal señora, hembra de tronío y viuda naturalmente de un toreador, así que se dio cuenta de que se hallaba a la sombra de la Giralda, que es alargada, y que el que no corría en Marbella, perdiendo el culo incluso, se le llevaba el viento, comenzó a girar, a girar, a girar, a dar vueltas al aire de su cancionero y comenzó a levantar dinero y chalés, y fincas de recreo y caballos de feria de Abril. Y cuando ya le salían los dineros por debajo de las piedras de sus fincas, se asoció con el señor Muñoz, un chico que trabajaba de camarero, pero que conoció a Gil el estentóreo y la armaron. Formaron una banda cuyo presupuesto general superaba con mucho al de Málaga, por señalar. Y claro llamó mucho la atención. Y entonces vinieron los jueces y después de huronear en los negocios de los de la banda, dictaron el edicto que les llevaba a la cárcel a los compadres, exigiendo para que siguieran tomando el sol de la libertad, fianzas de hasta 90.000 millones de euros, que no les gana todos los días ni Mariano Rajoy, ni José Luis Rodríguez Zapatero, ni el mismo Rey reinando. Reunidas las documentaciones exigidas para el caso, se declaró a Marbella, reino del Pantojazo. ¡Jesús, Jesús, qué vida!...

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