CRÉMER CONTRA CRÉMER
No hay novedad, señora baronesa
LA SEÑORA BARONESA Thyssen, Doña Carmen Cervera, se encuentra en pleno estado de emergencia frente al Ayuntamiento de Madrid. La situación es grave, gravísima. Nunca, que nosotros sepamos, se había atrevido un señor con título a levantarse en armas contra el poder establecido. En este caso concreto el de Gallardón, que no es tampoco moco de pavo en lo que atañe a mando y dominio. Parece ser que el señor alcalde de Madrid, que viene a ser como el ministro del ramo de la comunidad, no se opone a que sean talados no menos de setecientos árboles históricos alineados justamente frente a la Pinacoteca de los Thyssen, proyectando sobre el edificio tal sombra que en cierto modo entenebrece la casona. Y, naturalmente, la señora Baronesa, en uso de los poderes que se le confieren como propietaria y principal observadora de la estética del arboledo, no tan solo protesta, sino que ha movido el ánimo peleón de los madrileños para oponerse al degüello de los árboles inocentes¿ Unidos el pueblo y la aristocracia en un dos de mayo histórico, para la salvación del arboledo del Paseo del Prado, se ha producido, por extensión un cierto estado que nos anuncia otra guerra civil. La señora Baronesa, apasionada en la defensa del patrimonio popular que son los árboles del Prado, ha querido predicar con el ejemplo y después de anunciar que si no se atendía su demanda de respeto a los árboles, se encadenaría al más fornido y así su figura encadenada serviría de anuncio de lo que se puede alcanzar cuando una mujer como Doña Carmen Cervera se dispone a acaudillar una tropa de oposición. La presidenta de la comunidad madrileña, Doña Esperanza Aguirre, haciendo causa común con el alcalde señor Gallardón, se resiste, apelando al sentido común ofreciendo a la sublevada señora Cervera una revisión en profundidad del caso y una solución, desde luego antes de que se falle el pleito electoral. Y para expresar con realismo este propósito de morir bajo el árbol, con las cadenas puestas solicitó de su casa de armas que se le proporcionara una cadena, de acuerdo con su categoría y con su dignidad social, y los vasallos corrieron al depósito de armas y consiguieron proporcionar a la doña una cadenita como de plata que hacía juego con su blusa de seda y sus zapatitos como de cristal. España entera, al pie de las urnas, espera, tensa, el resultado de esta batalla en la seguridad de que el pueblo saldrá vencedor. Porque si esto no sucediera y los taladores acabaran por hacerse con el hacha y consiguieran los debidos permisos, todos los arbolados de la España en llamas siguiendo el ejemplo de la señora Baronesa, dedicarían sus mejores furores a los pocos árboles que nos quedan. Y recordaríamos con emoción las palabras de Ortega y Gasset cuando, de paso por Castilla y ante la gracia airosa del arbolado, se sacó de la manga la famosa frase de los chopos como galgos del paisaje.