Diario de León

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CRUZANDO estas largas parameras de acequia y morrillos quemados por soles impenitentes, parameras que en mayo de aguas son tapete tupido de perifollo verde con su sembrado de charcas y zanjones anegados, me llevé anteayer una grata y también inquietante sorpresa al ver estampada en el aire la silueta de un pajarón por aquí desconocido, blanco nuclear su plumaje, cadencioso el vuelo, elegante su posarse, zancuda su estampa quieta, pico largo, cuello en garabito... una garcilla boyera era, la novia pajarera del encinar extremeño y de las charqueras de interior. Jamás había visto alguna en estos extremos nortes. Garcillas, nunca. ¿Ahora sí?... ¿Y?... ¿Fue por las jarradas de lluvia gorda que empantanaron los surcos?... No sólo. Ayer mismo coincidí con los autores de una guía de avifauna leonesa que saldrá a la luz en breve y, claro está, allá les fue mi cuita y mi observación naturalista de esa garcilla boyera (no es que sea esta pájara algo tortillona, lesbi o tal, sino que le gusta andar entre el ganado jalando insectos de sus boñigas y derredores). Y me confirman que sí, que se las ve en estas parameras desde hace muy poco tiempo, quizá cuatro años, que resulta que hay una colonia creciente que radica en la laguna de Villadangos, que se compone la población de unas ochenta parejas y que campean a buenas anchas por todo este Páramo que, cuando no lo anega la lluvia, lo empapa el riego que plaga de espadañal y carrizo cunetas y acequias terreras de aguas sobrantes. ¿Y por qué ahora hay garcillas por aquí?... ¿Siguen la pauta invasora de los desconocidos y hoy populosos cormoranes?... ¿Se han empadronado y se hacen cazurras colonizando estos desconocidos nortes por saturación de sus enclaves del sur?... ¿Es bueno, es malo o es pulso natural?... Démosles, en cualquier caso, efusiva bienvenida a esta guapura blanca, porque más que trastocar, si es que trastocan, enriquecerán esta vida natural que vamos diezmando a mordiscos. Las garzas reales, sus primas grandonas, o las imperiales fueron de siempre minoría colorista de nuestro paisaje pajarero, aunque andan en menguante, así que hágaseles inmediatamente acta de empadronamiento a las nuevas boyeras y que su ceremonial aleteo sea un batir la esperanza que se debe a la riqueza natural de estos campos.

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